Podemos soportar el calor. Somos capaces de continuar a través de las polvaredas. Ni siquiera tenemos que parar a comer cualquier cosa. Arreglamos los pinchazos y solucionamos las averías. Nos caemos y, llenos de arañazos, mataduras y contusiones, seguimos y terminamos. Pero el agua... ¿Qué haríamos sin agua?
Cuando se propone la ruta, el que lleva sólo un bidón establece mentalmente cuáles van a ser sus puntos de reposición de agua durante el recorrido. Y con precisión matemática calcula cúantos buches tiene que ir dando cada cierto tiempo. Pero luego la situación es distinta: cuando tenía previsto hacerlo, el grupo aprieta y se ponen todos en fila a una velocidad endiablada; o el carril está completamente bacheado por las pisadas de los animales; o también puede que llegue una subida (o incluso peor, una bajada pedregosa y surcada); y cuando se lleva el agua a la boca, está caliente y se apetece muy poco. Al final se bebe cuando se puede o cuando la sequedad llega hasta la misma garganta. Y en este tiempo, además de la pérdida de líquido por el esfuerzo, está la que se produce por las condiciones de temperatura ambiental.
Ayer coincidieron diversos factores que hicieron que en determinado momento no nos importara la distancia que quedaba, ni el tiempo restante, ni nada de nada. Sólo encontrar algún lugar con agua. Salimos ocho y terminamos siete, porque uno se extravió (no sé si voluntaria o involuntariamente) poco antes del final. Empezamos por el carril de Confedereción (frente al Aloha), siguiendo por las viñas de San Cayetano y el Corregidor, hasta Morabita. Continuamos por la cañada de Mesas de Asta. Por allí de nuevo vimos a los caballos desbocados al galope tras los ciclistas. Como ya lo sabíamos del otro día, los que íbamos más atrasados nos quedamos rezagados para evitar el encuentro y verlo mejor. Y verdaderamente resultaba impresionante ver los caballos a galope tendido y entrando en el túnel casi derrrapando. Si nos cogen allí debajo nos machacan. Después de Mesas de Asta, tomamos el camino habitual en dirección a los molinos, pero antes de llegar nos desviamos por unos nuevos carriles para terminar en el Barrosillo, en la carretera de El Calvario. Continuamos por la carretera de Añina a La Tablas y cuando llegamos a la de Sanlúcar decidimos regresar por el mismo sitio para buscar agua en la venta del mosto. Julio pasa de largo y no hay forma de avisarlo. Los demás continuamos por el carril hasta el Caribe, Cantarranas, carretera de El Calvario, carretera de Trebujena y subida por donde mismo habíamos empezado, desviándonos por el trigal segado que hay frente a La Piedra.
Cuando se propone la ruta, el que lleva sólo un bidón establece mentalmente cuáles van a ser sus puntos de reposición de agua durante el recorrido. Y con precisión matemática calcula cúantos buches tiene que ir dando cada cierto tiempo. Pero luego la situación es distinta: cuando tenía previsto hacerlo, el grupo aprieta y se ponen todos en fila a una velocidad endiablada; o el carril está completamente bacheado por las pisadas de los animales; o también puede que llegue una subida (o incluso peor, una bajada pedregosa y surcada); y cuando se lleva el agua a la boca, está caliente y se apetece muy poco. Al final se bebe cuando se puede o cuando la sequedad llega hasta la misma garganta. Y en este tiempo, además de la pérdida de líquido por el esfuerzo, está la que se produce por las condiciones de temperatura ambiental.
Ayer coincidieron diversos factores que hicieron que en determinado momento no nos importara la distancia que quedaba, ni el tiempo restante, ni nada de nada. Sólo encontrar algún lugar con agua. Salimos ocho y terminamos siete, porque uno se extravió (no sé si voluntaria o involuntariamente) poco antes del final. Empezamos por el carril de Confedereción (frente al Aloha), siguiendo por las viñas de San Cayetano y el Corregidor, hasta Morabita. Continuamos por la cañada de Mesas de Asta. Por allí de nuevo vimos a los caballos desbocados al galope tras los ciclistas. Como ya lo sabíamos del otro día, los que íbamos más atrasados nos quedamos rezagados para evitar el encuentro y verlo mejor. Y verdaderamente resultaba impresionante ver los caballos a galope tendido y entrando en el túnel casi derrrapando. Si nos cogen allí debajo nos machacan. Después de Mesas de Asta, tomamos el camino habitual en dirección a los molinos, pero antes de llegar nos desviamos por unos nuevos carriles para terminar en el Barrosillo, en la carretera de El Calvario. Continuamos por la carretera de Añina a La Tablas y cuando llegamos a la de Sanlúcar decidimos regresar por el mismo sitio para buscar agua en la venta del mosto. Julio pasa de largo y no hay forma de avisarlo. Los demás continuamos por el carril hasta el Caribe, Cantarranas, carretera de El Calvario, carretera de Trebujena y subida por donde mismo habíamos empezado, desviándonos por el trigal segado que hay frente a La Piedra.
pedazo de cronica!!!angelmari, si vinieras en las nocturnas experimentariais otras sensaciones anoche salimos y nos hicimos 43km, hasta el mojo, la noche preciosa y los olores del campo regando no tiene precio!!!basta de sudarrrr!!!un saludo!!
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