Ahora que mis vacaciones van llegando a su término hago balance de lo que ha supuesto la canícula ciclista.
En un verano inusual con contados días de levante, fue el poniente el que se alojó en nuestra provincia durante julio y agosto. De modo que, además de la suavidad de las temperaturas, el viento nos daba tregua y, si las tardes estaban estupendas, ¡qué decir de las mañanas! A las ocho hacía algo más que fresco. Y cuando venía a levantar la brumilla ya estábamos de vuelta. Ha sido casi como una prolongación de la primavera, pero rodeados de girasoles y con los colores dorados del estío.
Si de alguna manera tuviera que explicar cómo han sido los recorridos que hemos realizado lo haría diciendo que han resultado de búsqueda y descubrimiento. Algunas veces por casualidad, las más intencionadamente, lo cierto es que en casi todas las ocasiones nos metíamos por algún sitio nuevo: si no la ruta completa, gran parte de ella o, cuando menos, variantes a los trayectos acostumbrados. Nos adentramos en caminos y campos desconocidos por Majarromaque, Junta de los Ríos, Torrecera, Paterna, Gibalbín, etc. De algunos nos invitaron a salir. En otros conversamos afablemente con los lugareños o nos indicaron dónde encontrar la mejor fuente de los alrededores. Llegamos, más allá de los destinos habituales, hasta Los Badalejos, Los Naveros o San Fernando. Hemos conocido extensas fincas y preciosos cortijos, como los de Albardén, Cortijo Guerra, Nava, Piletas o Sotillo Viejo. Otros abandonados (Alhocén o Cabeza Alcaide). Hemos podido contemplar perreras para rehalas, un colosal castillo almenado realizado con pacas de paja, la ermita del Cerro de los Mártires, humildes chozos (aunque perfectamente conservados, como el de las Pilas) y hasta algún camión de otra época. Pasamos junto a antiguas edificaciones, todavía hoy en pie: los castillos de Gigonza, Berroquejo y Gibalbín, torres (Burujena, Lascuta), puentes romanos, pozos, fuentes e incluso un molino de mareas. Atravesamos espacios naturales: cañadas (de la Asomada, de los Marchantes, Real de Salinilla, de Alcalá, Marchantiega, etc), senderos ciclables (Tres Amigos-Río Arillo, Corredor Verde Dos Bahías y muchos más), marismas, salinas, lagunas, arroyos, etc.
También hemos realizado algunas rutas especiales. Comenzamos con una nocturna (para mí, la primera), con una notable asistencia a pesar de la hora y de la distancia prevista. Era un rosario de luces y parpadeos en la noche hasta llegar junto al mar, a Las Tres Piedras. Acostumbrar la vista a la oscuridad resultó más fácil que conseguir que el grupo circulase en silencio, para disfrutar de otras muchas sensaciones. Otra fue la circular en la que recorrimos inéditos parajes por la campiña gaditana, alrededor del conjunto de cerros y montes existentes dentro del triángulo comprendido entre Chiclana-Los Badalejos-Medina-Chiclana. Con un paisaje de cultivos al principio y viñas al final, bujeos y bosquetes adehesados de acebuches con alcornoques, transitamos lugares tan singulares como la cantera del Berrueco o las Quintas de Algar. Una interesante, por la tarde, fue la velardiana de Juanma, con una serie interminable de subeybajas entre vides, enseñándonos el rico patrimonio de viñas, cortijos y lagares. Y la habitual de Zahara de los Atunes, que congregó a un variopinto elenco de ciclistas en torno a los senderos de Bolonia, atraídos unos por los paisajes, otros por las cuestas, algunos por las trialeras, aquellos por el baño en la playa, los más por la paella y el homenaje a Rafa V. que nos anunciaba su marcha a tierras de Castilla-León.
Durante esas salidas nos han ocurrido muchas anécdotas, unas divertidas y otras no tanto. Aunque nos hayan acontecido los acostumbrados picotazos de insectos, arañazos en las piernas, pinchazos (junto al Guadalete, todos con las bicis ruedas arriba quitando abrojos) o desperfectos, podemos sentirnos satisfechos de no haber sufrido ninguna caída ni accidente graves y de no haber tenido ninguna avería irreparable. Hemos hecho buenos avituallamientos con frutos del camino (higos, brevas y zarzamoras, sobre todo). En ocasiones hemos echado de menos un bañador o un culote de repuesto, para darnos un remojón en los canales. En Lebrija nos querían vender un coche. En Majarromaque, el aldeano que rebuscaba garbanzos entendía de bicis más que nosotros, con su Lapierre de ´29. Entre El Torno y La Barca atravesamos un cañaveral en forma de túnel, al tiempo que las ruedas chapoteaban por el aguazal completamente cubierto de vegetación. Cruzamos San Fernando de punta a punta sobre los raíles del tranvía que nunca llega. (¡Qué larga es la calle Real!). Fuimos a Paterna por agua, estando junto a la fuente del Cañuelo, por temor a los mastines. Comprobamos que una Puch Condor bien cuidada anda mejor que la moto de Pedrosa. Este último sábado nos embarramos más que durante todo el invierno pasado (y alguno rajaba como nunca antes lo había oído). En el fondo todo aquello quedó en anecdótico.
Ha sido muy gratificante pedalear por las mañanas con Manolo, Tomás, Joaquín, Javier, Pepe, Francis, Israel y especialmente con Fernando, que me ha mostrado unos lugares sensacionales y con quien he imaginado innumerables destinos. Todos ellos han estado
dispuestos siempre a meterse por donde fuera necesario confiando en mis
propuestas. Algunas tardes también he pedaleado junto a los compañeros de siempre. Y los sábados con el nutrido pelotón de amigos abonados a Divina. Sin olvidar a Manolo BP, que no salía con nosotros, pero que nos recibía a la vuelta con la mejor de las sonrisas, un plato de aceitunas y la envidia sana (imagino) de vernos llegar con las piernas llenas de polvo.
El verano ha sido, en definitiva, sosegado pero exquisito en todos los sentidos, con unos dos mil kilómetros en las piernas, sin caídas, lesiones ni averías graves (lo que no es poco), con ganas de repetirlo cuando llegue el momento o mejorarlo si fuera posible. Les doy el relevo a los que cogen las vacaciones a partir de ahora y os espero el próximo verano para continuar recorriendo caminos.
Ha sido un verano tan apacible en lo climatológico como variado e intenso en lo ciclista. Tanto tanto que solo los que hemos disfrutado de tan prolongadas y buenas vacaciones estamos en la obligación moral de “exigir”, por razones de salud física y psíquica, que comiencen las próximas y que lo hagan ¡¡¡ya!!!. Por favor.
ResponderEliminarAqui lo que hay que exigir es que a esta larga lista de impresentables los pasen por las armas sin juicio previo, que ya esta bien de castigar al personal " currante " con esos pedazos de rutas mañaneras y por si no fuera bastante encima croniquita y comentarios......ya esta bueno lo bueno.....agggggggggg me come la endibia !
ResponderEliminarJoaquín:
ResponderEliminarComparto con Angelmari esas sensaciones y emociones. Ha sido un verano de lo más bicicletero. No he podido participar en todas las salidas mañaneras de este verano suavón, pero constato que cada salida ha ido a mejor. El próximo verano me apunto a más!