28 de febrero de 2015

CRÓNICA DE LA RUTA DE LA SIERRA NORTE DE SEVILLA


Tras recorrer innecesariamente por error mio algunos  de los pueblos del bajo Guadalquivir, llegamos al pueblo de José Manuel Lara, fundador de  la editorial Planeta, a El Pedroso.  Allí estaban Juan y Jesús, la versión masculina de Pili y Mili, esperándonos pacientemente, como no podía ser menos tratándose de gente formal y seria (son de Triana).
Tras un rápido desayuno, llegamos con los coches a Fábrica de El Pedroso, complejo siderúrgico sevillano donde se trataba el mineral de hierro hacia finales del siglo XIX , y, en cambio,  hoy es lugar de recreo espiritual de los  evangelistas de “Los Naranjos”. En fin, la de cosas que pasan vete tú a saber cómo y porqué. Hay gente pa to.

En el primer tramo en bici se andaba peor que una casa de familia numerosa en tiempos de crisis por las piedras de la vía del tren. Nunca he entendido para qué sirven esas piedras, aparte de para intentar rajar las ruedas y para  provocar esguinces en los tobillos de los paseadores (y paseadoras).

Poco más allá nos llevamos el primer chasco: la Rivera iba con muuucha agua y había que cruzarla. Hasta entonces pensaba que eran amenazas sin fundamento las de los amigos trianeros. Pero no, había que cruzar. No había más co…nes.  Y allí estaba Fernan para demostrar que es un especialista en mountain bike y también en acua bike. Y le siguió Joaquín. Y luego el resto, pero con más miedo que vergüenza. Siempre tuvo fama de agua fría la del Huéznar. Por algo será. Allí no pudo tener mejor bautizo la 29 de Paco.

Más adelante, enfilamos poquito a poco la subida a Constantina, omitiendo esta vez hacerlo por el castañal. Imperdonable, Juan. ¡So fuguilla!.

Recorrimos todo el pueblo, que por cierto debe su buena fama a su proximidad con Cazalla,  en busca de la salida a Las Navas, para luego desviarnos hacia la Ermita del Robledo, de gratos recuerdos para muchos  por ser de allí de donde salimos otras veces y más para mi, porque allí se criaron y reposan mis padres.

Más adelante pasamos por una estación de vigilancia aérea, en la que no vimos  observatorio alguno, aunque sí una hermosa pista de tenis.

Inmediatamente llegamos al Mirador. Buen lugar para mirar, hacer fotos y para que Juan Jiménez probara (y se enamorara) de la bici de Gordillo. ¡Toma, y yo! 

A continuación enfilamos el “Ramal de Extramadura”, que nos llevaría, luego de una exuberante  dehesa salpicada de cortijos, a las estribaciones del Cerro del Hierro. Imponente formación cárstica, que en sus buenos tiempos producía hierro de primera calidad y donde los ingleses supieron exprimir  sus entrañas (y las  de los lugareños). Pueden  observarse las mansiones de los hijos de la Gran Bretaña dueños de la explotación y una iglesia donde darían gracias a Dios por su indulgencia,  junto a los humildes barracones de los mineros.  Lástima que el retraso acumulado hasta entonces  nos privara de recrearnos en sus vistas desde lo más alto, incluso de bajar a “la Catedral” y perdernos durante un rato por sus muchas galerías excavadas para sacar el preciado mineral, como puede apreciarse en el Puente de Triana (Sevilla) y en muchos de los productos que salieron de los Altos Hornos de Vizcaya. Otra vez será, Rafa. Otra vez debe serlo.

Luego bajamos por la Vía Verde de la Sierra Norte de Sevilla o del Tren Minero hasta San Nicolás del Puerto, atravesada en otro tiempo por la calzada romana que unía Sevilla con Mérida. Tomamos un piscolabis en el nacimiento del Huéznar,  lo mejorcito del Pueblo,  y nos hicimos una primera foto de grupo a la que Diego quiso invitar a una  rata,  que había pasado a mejor vida. Allí debió encontrar a la que suele llevar prendida de la mochila (este mundo es un pañuelo y este país está hecho un moco) . Y es que tanto disfrutar con Messi debe trastornar las entendederas.  Ya somos dos.

Reanudamos la marcha por la Vía Verde entre muchos senderistas,  que no podían haber elegido mejor día que el Día de Andalucía para dar un garbeo por la Rivera del Huéznar. La Estación de Cazalla, la isla del Pescador y la Isla Magarita fueron testigos de nuestro paso, así como el Batán de las Monjas, que tan buenos recuerdos nos trajo de cuando degustamos allí la que posiblemente haya sido para muchos la mejor paella, junto a los buenos amigos  constantineros: “Caldereta”, Fernando, Otro Fernando, Aumesquet, etc. Es que el sitio no es para menos. Y riquísmo  también allí el estofado de setas, Angelmari.  Y  la chacina. Y La carne asada. Y solomillos, secretos, presas, etc.  Y, por supuesto, rematarlos  con un chupito de Cazalla… y ¡a pedalear!.

Como será de espectacular el sitio que hasta una chica cayó de la bici y prefirió quedarse en el suelo para así poder disfrutar de otra perspectiva diferente del Huéznar. Y los demás preocupados por ella. ¡Ohjú!.

Más tarde pasamos por un senderito con vocación de canuto (de vegetación)  hasta que un divertido descenso hizo las delicias de todos en general y de Gordillo en particular, quien  demostró que, cuando se unen la calidad de la máquina y la fuerza del que pedalea,  la velocidad es de vértigo. Tanta que enseguida llegamos (Juan Triana con la oreja como el Príncipe de Gales tras picarle la madre de todas las abejas),  sin que se me hubieran aún secado los pies, hasta el punto en el que debíamos volver a cruzar la Rivera. ¡Oootra vez!. Y de nuevo  el acuabiker  Fernan no quiso compartir con nadie el honor de ser el primero y lo consiguió,  no sin mucho esfuerzo y más pericia. Félix quiso salvar la honrilla de los máster 50 y se lanzó como poseso  y lo logró también. El resto debimos pensar que la cuota de buena suerte estaría ya completa,  de forma que cruzamos prudentemente, muchos descalzándonos, porque mojarse  “pa  na…”.

Finalmente, tras haber renunciado a subir a Cazalla (¡ohjú!) por más que Rafa Peña quería hacerlo tres veces,   llegamos a Fábrica de El Pedroso, donde dejamos los coches y donde debe ser verdad lo de los ejercicios espirituales, porque allí no vimos ni a Dios.

Y como tan estupendo día no podía rematarse sin una no menos estupenda sorpresa, se nos dejó caer Jesús, amiguísimo desde hoy, con una gorra para cada uno, que agradecimos profundamente , aunque el de la rata quiso ver en la inicial “Y” (de Ybarra) el hierro de no sé qué ganadería. Ni caso, Jesús.

Luego de despedirnos de unos y de otros y echando en falta los divertidos comentarios post ruta de Francis quedamos emplazados para dentro de un par de semanas, que será cuando Ángel nos llevará por los andurriales de Prado del Rey. A ver a quién se le ocurre la siguiente. ¡Y que sea pronto!.

4 comentarios:

  1. Fenomenal ruta Fernando, al igual que tu siempre certera y divertida crónica. Ahora solo queda rematarla conlas fotos, que no con la cabeza. ! A por la próxima !

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  2. Si tuviérais menos edad os diría frikis, pero como tenéis la que tenéis, majaras, que sois unos majaras. Ten cuidado que ya te recompusieron una vez la cara. Vale, te la mejoraron. Algún día me apuntaré para coordinar el control de avituallamiento :)

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  3. Gracias, Manuel. Tienes razón y a la cabeza de los majaras, tu sobrino Fernan, que le gusta siempre el más difícil todavía.
    Como buen cazallero y medio constantinero, apuesto a que ese avituallamiento lo llevarías mejor que nadie. ¿Qué tal a base de carne membrillo, castañas y madroños y agua del Robledo ?.
    En cualquier caso, algo hay que hacer para olvidar, aunque sea por ratitos, este "moco" en el que vivimos. Jajaja.

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  4. Es lo que tiene ir de invitados a una ruta: hay que adaptarse al protocolo de los anfitriones.
    Por el camino se pueden perder algunas cosas pero se ganan otras. ¡Un avituallamiento siquiera junto a la fuente de la Ermita del Robledo! ¡El Cerro del Hierro, con su laberinto de caminos y trialeras! ¡Qué decir de la subida a Cazalla por el camino viejo! Cierto es que los castaños están ahora pelados, pero cruzar entre ellos tiene un regusto ancestral y nostálgico. Las riberas del Huéznar, las largas bajadas hacia Constantina entre dehesas, el bosquete de melojos, el carril por el antiguo trazado del tren minero, el frondoso sendero de la vía verde… Un recorrido entre la Sevilla Extreme y las circulares de Fernando, atravesando otro de los preciosos parques de nuestra región.
    Hacerlo coincidir con el día de Andalucía tenía su parte de reivindicación, pero a cambio también nos tocó sufrir el tropel de excursionistas que se habían congregado en la zona rastreando lo mismo que buscábamos nosotros: el camino perfecto.
    Para el recuerdo quedan el traqueteo por las vías, el remangue de los cobardes, la foto de grupo en el nacimiento del Huéznar junto a la mascota de Diego, la última sorpresa de Jesús o el revuelto de faisanes.

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