17 de octubre de 2019

SIERRAS DE LUNA Y OJÉN

Las previsiones meteorológicas señalaban para Los Barrios una temperatura que en realidad no se correspondió. Los 14 grados previstos para las nueve de la mañana iban menguando poco a poco según nos íbamos acercando al punto de salida. Incluso el parabrisas llegó a empañarse en un momento dado, necesitando tirar de calefacción para tener visibilidad.
Pensaba que, siendo un día laborable, encontraríamos la venta para desayunar en La Palmosa con poca gente y resultó que el aparcamiento estaba abarrotado. Decenas de cazadores llenaban la barra y las mesas preparándose, igual que nosotros, para una jornada de monte.

En El Frenazo a esa hora se hacían imprescindibles los manguitos o incluso el cortavientos. Durante el primer tramo del recorrido, junto al río Palmones y por senderos a la sombra, la sensación de frío en el cuerpo era notable. Por el Corredor Dos Bahías y la Puerta Verde de Algeciras eran muchos los transeúntes que nos cruzábamos aprovechando esas frescas horas de la mañana para hacer su sesión diaria de ejercicio. Un par de rampitas poco antes de Botafuegos nos iban entonando. Y tras cruzar la cancela del cortijo del Acebuche empezaba la primera subida considerable del día y a partir de ahí, con las primeras cuestas, ya iban sobrando los impermeables. Menos mal que el vientecito de poniente de cara compensaba el calor que generaba nuestro cuerpo. Edmundo, con una cámara de video, iba y venía para sacarnos de frente. Francis hacía un esfuerzo extra aguantando la subida sin motor. Fernando y yo subíamos tranquilos guardando fuerzas para lo que quedaba por delante.
Fuimos pasando por Hoyos de Don Pedro, Corzas y Bujeo a buen ritmo, con breves paradas para comer algo y hacer alguna fotos. Incluso tuvimos la inmensa suerte de que un joven corzo cruzara por delante de nuestras bicis. Dejando atrás las casas de El Palancar llegábamos al cruce de caminos del antiguo parque eólico Monte Ahumada donde comenzaba la subida considerable del día: el Tajo de las Escobas. Teníamos por delante unos cinco kilómetros con importantes rampas. Los dos primeros kilómetros tienen unas cuestas soportables pero el terreno muy suelto. Luego hay algún tramo más llano. Pero cuando empieza a aparecer el destrozado asfalto los rampones se suceden uno a otro persistentemente. Uno espera que cuando llegue a la curva (que es lo que alcanza la vista) la pendiente se suavice. Pero comprueba que lo que aparece en el limitado horizonte es otra dura rampa hasta la siguiente curva. Y así hasta que, tras una de las muchas curvas, se divisan las antenas de la cumbre. Sin embargo todavía queda la última, quizás la más larga. Pero saberse ya arriba proporciona una reserva de fuerzas para ese empuje definitivo. Además de la satisfacción como ciclista de haber conseguido superar otra cumbre de gran dificultad, el placer es la contemplación de unas extraordinarias vistas de todo el Estrecho de Gibraltar y el norte de África. Se hace indispensable por tanto la sesión fotográfica.



Un rapidísimo descenso por la misma senda de subida nos lleva de nuevo al cruce del puerto del Palancar para continuar por una trocha pedregosa hasta la amplia pista que comienza en el Puerto del Cabrito y llega a las inmediaciones de Facinas contorneando las sierras de Ojén y Saladavieja por Las Caheruelas. Es una pista muy ancha, con buen piso, que pica hacia abajo, permitiendo una buena velocidad y un poco de tregua tras el esfuerzo anterior. Llegando a la carretera de la Ermita de la Luz buscamos alguien que pudiera darnos agua y encontramos a "Ventolera", un peculiar lugareño que había sido guarda en la finca de Las Corzas y que nos ofreció agua potable de la que tenía embotellada para su propio uso dentro de la choza en su pequeña parcela.
Allí entablamos una momentánea amistad mientras nos contaba cómo había conseguido encontrar agua en las inmediaciones, donde nadie lo hubiera imaginado, observando a los venados, y cómo la había conducido hasta su finca. Se trataba de un personaje singular que invitaba a una dilatada tertulia, pero todavía nos quedaban unos 25 kilómetros y la hora se nos echaba encima. 
Un par de kilómetros más adelante abandonamos el asfalto para coger el carril que se dirige a la presa del embalse del Almodóvar. Y desde allí seguimos por la pista que une Facinas con la autovía de Los Barrios. Con unos 70 kilómetros recorridos las suaves rampas hacia el Puerto de Ojén nos parecían interminables. Pero una vez alcanzado el puerto el camino se suaviza durante un rato al paso del frondoso bosque de quejigos de El Tiradero. Poco más allá de la casa de San Carlos de las Tejas Verdes la pista tiende hacia abajo hasta llegar a la antigua carretera de Los Barrios. Sólo nos quedaba una última subida, corta y por asfalto, y la posterior bajada hasta donde estaban los coches. 
En vista de que nos habíamos retrasado una hora más de lo previsto (había calculado una media de 20 k/h, cuando en realidad nos salieron 16 k/h, además de las paradas obligatorias para el reportaje fotográfico y la reposición de agua) decidimos comer algo en la venta. Unas cervezas que nos supieron deliciosas acompañadas de venado en salsa (casi estaban mejor las patatas que la carne) y unas tapas de ensaladilla y potaje pusieron fin a una buena jornada ciclista.
P.D.: Lo que no he conseguido todavía entender es cómo a esa hora Fernando prefirió un café calentito con magdalena que una cerveza fresca. Formará parte de la teoría del Deporte y Nutrición o la aplicación práctica del metabolismo hipocalórico. ¿?

1 comentario:

  1. Ja ja ja. A la hora del café, lo propio es tomar café. Pero como quiera que es poco "recuperador", acompañado de una magdalena grande como la voluntad del Señor. Todo lo demás es gula, amigo Sancho, que dijo aquel ingenioso hidalgo.

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