28 de diciembre de 2019

¡QUÉ BUENA MAÑANA!

A pocos días del cambio de década quizás fuera esta la última salida del año.
Pocos compañeros en Divina (sólo nueve) para lo que suele ser habitual cualquier sábado. Un frío afilado en la cara. Anuncio de levante fuerte en el estrecho. Incertidumbre sobre el estado de los carriles, lo que hace que variemos la propuesta inicial.

A pesar de cuantos inconvenientes parecía que se presentaban, la jornada resultó espléndida. Taquio, que estrenaba bici, iba disfrutando cada metro del recorrido, concentrado en las sensaciones que le transmitía la bicicleta nueva. El día estaba radiante y llegando a Cuartillos a algunos les sobraba ya el cuello y los manguitos. El levante seguía sin saltar. Y los caminos, salpicados de charcos, permitían el paso sin tener que mojar las ruedas. El tema incesante de conversación era la lotería de Antonio A. Entre el cachondeíto de unos y las contestaciones del otro no había tregua: estos pidiendo cobrar y aquel amenazando no pagar. Con tanto parloteo el propio Antonio A. se despistó frente a la venta Noelia y, en vez de incorporarse a la carretera, se metía muy decidido por el camino de la finca si no llega a ser porque le avisamos. ("¡Si es que lo lleváis apabulladito con tanta lotería!" decía uno. Pero también es verdad, Antonio, que vas a tener que repasar las "tablas" de los carriles porque las tienes flojitas flojitas...) De cualquier modo y conociendo su afición a marchar siempre por delante y esprintar en cada repecho no me quedó muy claro si lo que le pedían era que "pagara la lotería" o que "apagara la batería".
Así de entretenidos íbamos hasta empezar a bajar "Las Aguas". Aprovechando el recorte del puentecito de tablas en Cuartillos me fui solo por delante hasta que más allá de La Guareña me encontré a José Mª que marchaba con su grupo (los MNTK) y a quienes aproveché para saludar. Vimos pasar a los DLiK2 a lo lejos sin que ellos nos vieran. Y como aquellos se dirigían también hacia La Barca era muy probablemente que desayunaríamos juntos. En efecto. Fuimos llegando unos y otros (quince en total) a Las Mesas del Corral y tomando asiento en el bar. Saludos, felicitaciones, mucho colacao y molletes con jamón. El día cada vez iba a mejor y el levante seguía sin aparecer.
Tras desayunar se propuso dirigirnos a La Suara para realizar el recorrido perimetral. En la desembocadura del carril de Las Mesas del Corral al cortijo de La Suara encontramos el camino embarrado sin posibilidad de esquivarlo. Más adelante, en lugar de seguir por la cuesta asfaltada que sube hasta los pinares, lo hicimos por el sendero que va hacia El Encinar, mucho más agradable y que nos dejaría directamente en el perímetro interior del parque. Con el día radiante, por un precioso camino arenoso pero bien asentado, rodeados de arboleda y nada de viento, no dejábamos de alegrarnos por la gran suerte que teníamos de estar allí. Tanto es así que Manolo sugirió continuar de frente al camino principal, hacia el Rancho de Las Pitas, en los llanos de Malabrigo. Luego, en el cruce del cortijo nos desviaríamos a la izquierda para ir a buscar la Cañada de Sierra y terminar de nuevo en La Suara junto al arroyo de Cabañas. Pero una cancela cerrada nos impedía tomar esa dirección, por lo que Fernando propone continuar hasta la carretera de Paterna y hacer la cañada de la Sierra completa desde allí. En vista de la hora y de lo espléndido del día nos pareció buena idea.
Sólo dejar el asfalto e incorporarnos a la cañada aparecían los primeros barrizales. Estos se podían esquivar pero cada vez había más y más seguidos. Por más que intentáramos zigzaguear por los lentiscos para evitarlos no había manera y las ruedas se iban poniendo gordas y la bici llena de pegotones. Incluso pasándonos a la finca de la derecha el barro resultaba inevitable. Los pedales con una bola de barro pegado, sin poder anclar los pies. Angelmari despotricando, Antonio A. muerto de risa de verlo y Taquio sufriendo por dentro (imagino). La adrenalina por las nubes me hicieron apretar de lo lindo sin mirar para atrás para ver cómo venían los demás. Y así nos fuimos separando Antonio A. y yo hasta llegar a Las Mesas del Corral. Era el momento de ponerse manos a la obra con el palito. Incluso un vecino nos preguntó, al verme sentado en el suelo, que si me había pasado algo.
Cuando llegó el grupo continuamos hacia La Barca y luego, por carretera, hasta la entrada de Magallanes. Al llegar a la bifurcación de Guareña nos alegramos mucho de que nos estuvieran esperando Lobato y Francis. Lobato había casi obligado a Francis a ponerse la ropa y "asolearse" un poco. ¡Enhorabuena, Francis, por dejarte animar! ¡Y... bravo por ti, Lobato! Ya éramos dos más que subimos en "buena compaña" las Aguas. En Cuartillos nos incorporamos al carril-bici que baja hacia Estella desde donde estrenamos el tramo nuevo, recién terminado (excepto la pasarela), hasta La Pita. Por allí nos pitaba alegremente desde el coche Pepe R. saludando al paso.
La cerveza la tomaríamos en Divina. Alguno aprovechó para lavar la bici antes de llegar a casa. Se presentó allí Rafa L. Más tarde su compañero. Más tarde Rafa P. con Pepe M. Como faltaban sillas los últimos se veían obligados a sentarse en los "polleros". Con la hidratación y tras el esfuerzo la adrenalina se fue transformando en endorfinas. Al rato llegó Luis G. (que había salido con Rafa P.) con cara de agotamiento y un tanto desorientado de modo que le obligaron a beberse sin ganas una cocacola. Y ya casi al despedirnos hizo también acto de presencia Pepe Montero que venía bien acompañado de la familia.
Para ser posiblemente la última salida del año, en el día de los Santos Inocentes, y a pesar del inconveniente del barro, el día se presentó magnífico y la ruta resultó preciosa. ¡Qué buena mañana!

1 comentario:

  1. Una ruta que resultó preciosa, a pesar de que (o precisamente por ello), no sabíamos quiénes íbamos a comparecer a la cita, hacia dónde nos dirigiríamos, por qué carriles cogeríamos, cuántos kilómetros haríamos, a qué hora regresaríamos y ni siquiera dónde nos hidrataríamos. Pero estuvo bien y tuvo de todo, incluso barro, porque en la variedad está el gusto, que dijo uno, aunque también "hay gustos que merecen palos", que decía otro.

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