22 de septiembre de 2018

EL JÁNDICA

En algunos deportes existe lo que se conoce con el término de origen inglés Handicap. Según el Diccionario de la Lengua Española hándicap es una desventaja o circunstancia desfavorable, de modo que en determinadas modalidades deportivas se refiere a la penalización que se impone a los mejores participantes para igualar las posibilidades de todos, quedando cada situación concreta bien reglamentada en cada federación.
En el ciclismo no se produce esta circunstancia. Resultaría complicado igualar la carga de todos los participantes en cualquier prueba, añadiendo al peso de la bicicleta el del propio ciclista, más un lastre para igualar a todos con aquel que lleve el de mayor total, de manera que en el momento de la salida todos sumaran lo mismo en báscula. Se podría pensar que quien penaliza en las subidas por mayor peso lo compensaría con la velocidad conseguida por la inercia en las bajadas.
En los grupos de aficionados al ciclismo se meten en el mismo saco integrantes de muy distinta condición: los que llevan bicicletas eléctricas y los que las llevan convencionales; quienes tienen treinta años y quienes les duplican la edad; los que arrastran noventa kilos sobre la bici (o más) y los que flotan con sesenta y cinco; quienes están sanos como una pera y quienes están llenos de achaques; los que entrenan a diario y los que salen de sábado en sábado; etc. Una infinidad de variables. Ni que decir tiene que existe otra cantidad de factores que influye decisivamente en la marcha de cada uno, tal como la condición física, la alimentación, el descanso, la fortaleza mental, la motivación, la suerte, etc. Y si aquellas son difíciles de igualar, ¿qué decir de estas? Se podría aplicar un hándicap para nivelar el peso total (lastrando a aquellos que lleven menos peso, por ejemplo), o compensando con tiempos (reduciendo o añadiendo), con distancias (más cortas o más largas), con dificultades añadidas (trialeras, cuestas, obstáculos, etc), a quienes partan con algún elemento que les proporcione ventajas o desventajas, de manera que en el momento de la salida todos contaran con las mismas posibilidades (teóricas). Pero ¿cómo equilibrar las demás circunstancias? Además de absurdo resultaría inviable.

De un tiempo para acá uno de los temas obsesivos en las conversaciones cuando marchamos en bici es el de las bicicletas eléctricas. Para sus usuarios todo son excelencias. Para los demás puede suponer un reto si encuentran la motivación suficiente para hacerles sombra (o sea, ir pegados a sus ruedas traseras sin despegarse), porque se convertiría en un provechoso entrenamiento tras moto. Pero para la mayoría no deja de ser una tortura si quieren y no pueden mantener esa velocidad.
Según comentarios de personas con experiencia en el ámbito comercial se están multiplicando las ventas de bicicletas eléctricas, perdiendo cada vez mayor presencia las bicicletas convencionales. La edad, las lesiones, problemas de salud o tal vez la comodidad, hacen que muchos se hayan decidido a probarlas y, una vez probadas, no cambian a lo anterior de ninguna de las maneras. O sea, que enganchan. Todos (de los que conozco que las llevan) exponen sus razones para haber dado el salto. Y todas las razones son perfectamente válidas. Pero lo que en un primer momento significaba cambiar para no sufrir o para no quedarse atrás, y comprobando además la potencialidad de la nueva máquina, se transformaba posteriormente en piques y desafíos. A alguno que antes siempre evitaba transitar por la sierra ahora se le oye decir a cada momento "Quiero cuestas". Que el uso de elementos ventajosos sirviera para beneficio propio pero también para provecho de los demás resultaría ideal. Pero cuando el lucro es exclusivamente individual puede resultar fastidioso o penoso para los demás porque no encuentran ninguna repercusión favorable. Si a esto se le une que en más de una ocasión incluso alardean ante los otros de su superioridad entonces ya resulta insufrible. 

Así que cuando esta mañana oí a un compañero sugerirle a otro que se hiciera con una bicicleta eléctrica, me resultó muy acertada e incluso proverbial la respuesta que aquel le dio: "No tengo que cambiar de bicicleta. Lo que voy a tener que cambiar es de grupo".

1 comentario:

  1. ¿Y si probáramos, para compensar la insultante ventaja de las e-bikes, colocar serones de esparto como el de la foto y llenarlos con sandías de Los Palacios?.

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