Ayer hicimos una ruta especial, como gusta llamar José María a las de muchos
kilómetros.
Quedamos en el sitio habitual de los Mantekas (rotonda 2), muchos de los habituales, un
poco antes de la hora habitual y por el orden de llegada habitual incluido Fernando "Mudo", quien como es habitual llegó 10
minutos tarde, aparte de los que emplea en las primeras charlas, cosa también habitual. Allí
estaba también Angelmari, fiel a cuando de hacer una ruta diferente se trata.
En esta ocasión, míster Kodak (José María) hizo de míster GPS, a pesar de
las reticencias iniciales de los que aún recordamos "su" ruta de Jerez a Rota por
Etiopía. Ayer, en cambio, se portó muy bien, la verdad.
Fuimos por la que
llaman carretera ecológica, que no es más que esa carreterilla muy
estropeada, camino de Gibalbín, y con más
bultos que una torta de aceite. Una psuedo carretera que en este tiempo es
lugar elegido por cazadores ávidos de galgear a las pobrecitas (y
riquísimas) liebres. A una la libramos de tan fatídico final por adelantarnos a
la reala canina. ¡Se jodan!.
Fue un pedaleo plácido, de juntos pero no revueltos, con José María marcando
el ritmo a veces por delante, a veces por detrás, y dando instrucciones de cómo,
quiénes y cuándo debíamos hacer los relevos. La vocación de docente no se
pierde a pesar de haber pasado ya al mundo de los vivos, es decir, de los
jubilados. Le hicimos caso, porque qué menos para quien tanto se la había
currado. Todo fenomenal hasta que llegando a 5 km del destino (Espera) se le
ocurrió proponer continuar por la ecológica hasta la Venta de la Alegría, a lo
que Rosi se le escapó un “no por Dios” conmovedor. Era la hora del desayuno y el
hambre no admite demoras, por mucha alegría que anunciara la Venta, que debe
ser verdad porque al anochecer se adorna
de “luces de todos los colorines”. José María, el
único que recibió sus dos besos
matinales, se apiadó de ella y fuimos a por los famosos tiernos y
jugosos molletes de Espera.
El desayuno muy bien, aunque mejor debió ser la “chicharroná”
que ofertaba un cartel a la entrada del bar para el día de los “Muertos”, con
perdón, porque no debe celebrarse mejor ese día que con el el otro gran placer de
esta vida.
Tras él, la subida al castillo por las rampas en zigzag no fue para tanto, aunque para Lozano hubiera
supuesto la disculpa perfecta para desayunar otro
mollete. Rosi, mujer prevenida también debe valer por dos, prefirió realizar la
penitencia a pie. Arriba, unas vistas extraordinarias desde el castillo de
Fatetar, mandado construir por Abderraman III en el año 914 y al que se
encuentra adosada la ermita el Stmo. Cristo de la Antigua (mira que el
nombrecito, tú), que alcanzan a Esperilla y a Carissa Aurelia, donde ya fuimos una vez y
donde deberíamos volver un día de estos para que Angelmari nos pudiera instruir
de cultura romana (mausoleos, hipogeos y hasta columbarios).
El regreso fue por las lagunas de Espera y con el viento a favor, aunque medio mudos,
porque a Fernando "Fuguilla" le dio por hacer de Manolomerca en un segmento que
terminaba en Jerez. El eagle obra milagros. Sin éste y sin Antonio "Brocha" estamos como tontos, pero
sin el como. Algunos intentaban seguirle, aunque los maestrosescuela optamos
por acompañar a Rosi, porque la gasolina de la Zas (mantequilla) no da para tanta
kilometrada. Acuérdate, bikewoman, de éstos
a la hora de rifar los besos
matinales.
Los caminos estaban con poco barro y terminaron sin ninguno,
porque el que había se lo trajo en la bici José María, a pesar de que no
está bien que vayamos por ahí cogiendo lo que no es nuestro.Había mucho más
tras el cruce con la carretera de Gibalbín, por lo que volvimos por ésta a buen
ritmo con un generoso vientecillo de NE. Y es que en los últimos días ha llovido más que cuando
enterraron a Bigote.
Ya en Jerez, algunos tuvieron tiempo incluso de tomar unas cervezas para reponer
las mermadas fuerzas tras casi 100 km. y dar por concluida una ruta, que
debemos repetir d.m. en alguna de sus múltiples variantes, salvo en julio a las cinco de la tarde y por las lomas de
Carija a Espera.
¡Qué arte, Fernando!
ResponderEliminarCuando me enteré de la ruta me gustó mucho la idea, pero viendo en la salida cómo estaba la niebla me entraron dudas. ¡Con tanta humedad no se iban a secar los charcos hasta una semana después!
Al final me alegré de ir. Algún salpicón, pero sin importancia y la mañana preciosa.
Lo que no acabé de entender fueron los alaridos de entrada al pueblo, como si de la conquista de Troya se tratase.
Alaridos o apupíos, supongo que por haber llegado por fin a la Meca de los molletes. O porque algunos parecen llevar dentro un "Monolo el del bombo".
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