26 de julio de 2019

ASOMADOS A LA BAHÍA

Una auténtica ruta para las mañanas de verano. Barco, playa, marismas... ¡Qué maravilla!
Francis nos propuso hace unos días esta ruta que se va a convertir en otra clásica del verano, al mismo nivel que las de Zahara, las nocturnas de Fernando o la subida a la Cruz del Valle cada jueves santo.

Para empezar había que estar en El Puerto a las 8:55, de modo que Fernando atravesaba Jerez a un ritmo vertiginoso, con la policía local detrás, no sé muy bien si escoltándonos o pensándose si nos multaban por exceso de velocidad. Camino del Aquapark nadie hablaba, todos con un pedaleo ágil pensando más en no llegar tarde que en las cuestas. Poco antes de Las Beatillas alcanzamos a un antiguo conocido de Francis, pero cuando el saludo y la conversación se fueron prolongando aligeramos de nuevo el pedaleo. A partir del Casino, por asfalto y cuesta abajo, fue ya volar hasta el muelle. Llegamos con tiempo sobrado aunque, eso sí, empapados en sudor.
Cuatro ciclistas sacando pasajes al mismo tiempo para cinco, unos con el dinero suelto, otros amarrado, la cajera sin cambio, que si esto, que si lo otro, que si tú llevas el billete de Tomás, que si te lo ha dado a ti, que si cinco cincuenta pero yo sólo llevo un tíquet... Total, a reclamarle a la cajera que nos faltaba un billete. Luego, en el barco, amarre de bicis y a disfrutar del paisaje en la cubierta superior. 
El efecto relajante para el organismo que produce la visión del mar, además del aire cargado de iones negativos, ocasionan una distensión que afloja la mente y las piernas. Afortunadamente estábamos en Cádiz, sin cuestas y con muchas cosas que ver, por lo que la transición duatlonera mar-bicicleta resultó muy plácida y adecuada.
¡Esto es vida!
Extravío en el Parque Genovés. Reunión junto al Castillo de San Sebastián. Mar a un lado, mar a otro. Se relajan las piernas, se suelta la lengua y en un distendido coloquio se acaba mentando a Tejero. El nuevo carril-bici aún no está disponible completamente, lo que obliga a estar subiendo y bajando a la acera a cada momento y con la precaución debida a los peatones. Desayuno en Plaza Asdrúbal. A partir del hotel Playa Victoria el paseo marítimo es ahora un amplio carril-bici para circular tranquila y cómodamente.
En Cortadura, deliberación sobre si continuar por carretera en dirección a San Fernando o hacerlo por la pista que discurre junto a las marismas por el sendero de Santibáñez. Argumentos a favor de una y otra. Lo peor de continuar por carretera, la densa bruma procedente del Atlántico, que casi se podía mascar. Y sólo una bici con piloto. Tomar la pista significaba continuar ininterrumpidamente hasta Bahía Sur, separándonos bastante de la posibilidad de acercarnos a la Punta del Boquerón. Por más que yo insinuara la idea de seguir por la pista hasta un enlace en Torregorda que nos incorporaría a las proximidades del molino mareal de las salinas Tres Amigos, y no viendo del todo claro dicha posibilidad, decidimos tomar la carretera. Fueron unos cuatro kilómetros de incesante tráfico que podía haber tenido otra solución menos agobiante. Por fin nos desviamos por el sendero del río Arillo y poco después alcanzamos la carretera de Camposoto.
La Punta del Boquerón es una flecha litoral que finaliza en el Caño de Sancti Petri con el islote a un lado y el puerto deportivo y poblado del mismo nombre al otro. Lo atraviesa un sendero, en gran parte entarimado, que discurre entre las dunas y que finaliza junto a la Batería de Urrutia, fortificación de carácter defensivo que se encuentra actualmente en estado ruinoso. Por aquí nos acercamos a la orilla, rodeamos todo el perímetro sur de la Punta y regresamos por la playa hasta donde se inicia el sendero.

De Camposoto continuamos hacia San Fernando por el largo carril-bici que llega hasta el mismo Puente Zuazo. Más adelante nos incorporamos al carril de servicio que se dirige junto a las vías hacia Puerto Real. El calor, aunque soportable, ya se iba haciendo notar.
Para regresar desde Puerto Real a Jerez hay varias opciones, pero hoy lo suyo era hacerlo por las marismas de Cetina y las salinas de Bolaños para completar una jornada que tenía como hilo conductor el mar. De manera que a la salida de Puerto Real cogimos la pista que cruza las marismas y termina por las salinas. Pero para poder cruzar el primer canal hubo que recurrir a la escuadra de zapadores y pontoneros quienes, en menos que grazna un flamenco, montaron una estructura inestable sobre superficie irregular que más servía para enjuagarse los pies o doblarse un tobillo que para cruzar el cenagoso caño. El viento favorable y los cientos de aves que escoltaban nuestro paso iban poniendo el perfecto colofón a una verdadera jornada de turismo activo.
Los lugareños en las puertas de los bares de El Portal junto con la cuesta de Pinosolete se encargaban de recordarnos que era la hora del aperitivo. De modo que dos buenos cubos de botellines hicieron las delicias de nuestras gargantas a la vez que comentábamos los avatares de la ruta.

1 comentario:

  1. La foto sentados en el Catamarán , me recuerda a una idéntica dela película " Los lunes al sol"

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