5 de agosto de 2019

UNA RUTA PLÁCIDA

Posiblemente la mejor mañana en lo que llevamos de verano.
Muy buena temperatura, nada de viento, caminos en buen estado, casi nada de polvo, sesenta kilómetros... ¡Y a las 11:30 en casa! Con esas condiciones cualquier destino es idóneo. Así que el primer nombre que sonara parecería acertado.

Cañada Ancha nos serviría de salida y llegada. En la carretera de Morabita unos descubrían las matas de alcaparras y otros las plantaciones de aloe. La cañada de Janina, sin viento de cara y con una distendida conversación, iba pasando bajo nuestras ruedas como la historia del tiempo, sin prisas pero sin pausas. Y sin darnos cuesta estábamos saludando a los madrugadores vecinos de Mesas de Asta, imaginando los descubrimientos que todavía quedan por aflorar desde esos subsuelos.
Las suaves lomas que desde el Cortijo del Rosario flanquean la cañada muestran su color más veraniego con un rubio aterciopelado tras la siega de lo que hasta hace poco eran extensos trigales. En los bajos las plantas de marismas nos recuerdan que vamos circulando por lo que fueron antiguas vías de navegación en el estuario del Guadalquivir. Las primeras viñas de uva palomino nos anuncian que estamos llegando a tierras de Ntra. Sra. de Palomares, y aunque por aquí vemos más tórtolas que palomos Fernando nos atestigua la gran afición a la colombicultura en esta población.


Salimos por el camino del Prado buscando enlazar con los de Monasterejos, Mojón Blanco y Cápita. El vuelo de un centenar de moritos y más tarde el aterrizaje de una avioneta fueron las únicas circunstancias que distrajeron nuestro plácido rodar. Hasta que, subiendo de Mojón Blanco a Cápita, una enorme cosechadora que ocupaba todo el camino nos obligaba a procesionar tras ella. Una parada junto al cortijo nos permitió rebasarla, pero parar un instante para recoger unas almendras hizo que volviera a adelantarnos. Joaquín, adivinando la jugada, pasó de frutos secos y se ahorró la posterior polvareda. En la carretera de Morabita, a la entrada de Berango, nos encontramos a Fernando P., otro amigo de la bicicleta, que acababa de hacer unas series en la cuesta. Nos despedimos en la intersección de Cañada Ancha para terminar, igual que el pasado sábado, subiendo a Santa Rosa.
Uno que iba a lavar la bici, otro a la compra y aquel que aprovecharía para irse a la playa, hicieron que Pepe se quedase hoy con ganas de unas aceitunas acompañadas de cervecita.

1 comentario:

  1. Buen articulo de lo que fué una mañana apacible para la bici pero, las cervezas me las tomé acompañadas con las aceitunas , aunque sin compañia.

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