En esta mañana dominguera de cielo de color panzaburra y, por lo tanto, amarrado al teclado, voy a poner cuatro letras
de la ruta de ayer, la de Los Caños con Juan Jiménez.
En esta ocasión dieciséis nos juntamos, a pesar de que el
tiempo no presagiaba sol, ni tampoco lo echamos en falta. Hasta una leve llovizna a primera
hora nos sirvió de regalo para apechugar más tarde con las cuestas, todas
las cuestas, de la comarca de La Breña. Es que Juan, al igual que la cabra, enseguida
tira al monte. Pero éste, además de invitar,
acaba llegando el primero, lo cual, como un Martínez-Pujalte, es legal, aunque no ético.
Como tantas otras, fue una ruta con algunos tramos
nuevos, porque en la variedad está el gusto. Sitios con mucho encanto, pero más
perdidos que “el barco del arroz”.
Salimos de los Majales del Sol, aunque sin sol. Llegamos
primero a la Torre de Meca, tras un primer pinchazo de Félix, y luego a Barbate. Más tarde, a la marisma del
Barbate, donde Francis se resistió todo lo que pudo a cambiar una goma (de igual marca que la de Féix), porque,
según su copiloto de ayer, el bote de líquido debía taponar, ya que valía ¡¡¡12 euros!!! . Pero ni por esas.
A continuación, tras desandar lo andado, porque Juan buscaba
una tablita por la que atravesar el río (menos mal que no la encontró) por fin lo cruzamos y fuimos por unos bonitos y tortuosos senderos, que nos llevarían primero a Enmedio y más tarde al Cerro del Abejaruco, al que se
llega mudando el color del rostro tantas veces como colores tiene el pájaro del
mismo nombre, y cuyo descenso nos sirvió
para tragar saliva ante la inminente subida a La Muela. En ésta Félix demostró que va como un tiro; vamos, como la economía española para De Guindos.
Logró llegar el primero, lo que demuestra que éste es un
deporte para ricos, ya que con unas ruedas de 1000 euros ¡así cualquiera!. Puedo asegurar
que corre con la bici casi tanto como
con el coche. A continuación, un rosario de perjudicados por una de las cuestas
más joías, entre los que merece una mención honorífica don Ricardo Mateos, que
llegó arriba sin entrenamientos, con una
supermochila y más vestido que un palmito. Espera a que coja la forma, Paco.
Más tarde, en los saltos de agua de los antiguos molinos de Santa
Lucía, fotos, fotos y fotos. Y enseguida… ¡a juí!, que ya esperaban los rampones
de hormigón de La Barca de Vejer. Allí, Joaquín demostró que, a pesar de la
inactividad, la juventud, bendito tesoro, no tiene precio. Y tras él, Félix , otra vez Félix, y porque tuvo que parar por salida de la
cadena nada más empezar.
El paseo por Vejer, ante muchos guiris, sirvió de antesala
al descenso del Canuto, ayer más ciclable que nunca, a pesar de que los que
recordamos la voltereta de Super Luis en otra ocasión, preferimos bajarla caso
culeando.
El nuevo paso por la zona recreativa de San Ambrosio sirvió
para afilar los cuchillos ante el último sprint, que nos llevaría al punto de
encuentro, donde esperaban, éstos sí que saben, Antonio, Lomas, Juan y Pepe
Montero con sus respectivas cervezas, quienes optaron sabiamente por el ¡a
vivir que son dos días!.
Finalmente, la paella, a juzgar por las fotos (Félix y un servidor teníamos ayer la "condicioná" restringida), hizo honor a tan buen día y tal vez fuera el mejor broche que pudo ponérsele.
¡Juan se
lo curra pero que muy bien!.
Tú lo querias era estar a las 4 pa ver al Barca, canalla. Y Manolito decia que jugaba a las 8....Ya le ajustaré cuentas el Martes. Te doy la razón en cuanto a la belleza de la ruta y a Juan por currarselo de esa forma y encontrar esos senderos. Y pa la próxima más cuestas !
ResponderEliminarDesde luego, Diego. Mira que aseguraba que era a las 8. Menos mal que el tren traía retraso y pude verlo en el bar frente a la estación. Y luego el Betis en casa. A falta de paella bueno es el "furbo".
ResponderEliminar