31 de octubre de 2010

IV EDICIÓN 101 DE LA LEGIÓN

 Durante las navidades de 1997, al entrar en una tienda de bicis vi un cartel que anunciaba los 101 de Ronda. Pregunté y me dieron un folleto con la incripción: 101 Kms. en 24 Horas. Estuve dándole vueltas a la cabeza, valorando las dificultades y posibilidades, pero con el "gusanillo" dentro. Nunca había hecho 100 kms. seguidos, y ésta podía ser una buena ocasión. ¿Por qué no? Iba a ser mi primera participación en los 101. Desde el momento que decidí enviar la inscripción comencé a organizarme para poder participar en lo que suponía un nuevo reto: superar la barrera de los 100 kilómetros. Se hacía necesario tener la bici a punto, decidir qué herramientas llevaría, la ropa que me pondría, cómo solucionar el tema del agua, etc. Pero sobre todo, la progresión en el entrenamiento, que iba a resultar imprescindible. Con el grupo hacía salidas cortas (entre 35 y 45 kms.) entre semana, y alguna más larga (entre 60 y 70) los sábados. Llegar a los 100 iba a suponer un esfuerzo añadido. Tendría que salir solo, salir antes o continuar pedaleando cuando los demás terminaban y se quedaban a tomar la cerveza. Tendría que hacer entrenamiento específico de cuestas por esta zona, donde la más larga sólo tiene 800 m. Tendria que ir acostumbrándome a estar varias horas seguidas sobre la bici. En fin, una una mezcla de circunstancias para conseguir una meta. Lo de la ropa, las herramientas o la bici resultaba más superfluo. Lo que necesitaba ahora más dedicación era el entrenamiento. Y eso hice: planifiqué el tiempo que me quedaba hasta el día de la prueba, calculé los kilómetros con los que debería llegar, y organicé el plan de entrenamiento. Puse en práctica todo los mecanismos que podía adoptar: entre semana salía antes, de manera que cuando me encontraba con el grupo ya llevaba 15 o 20 k. Durante el recorrido procuraba no bajarme de la bici: en las paradas continuaba montado o iba y venía a buscar a los rezagados. Cuando llegábamos a Jerez, y dependiendo de la luz que quedara, continuaba rodando para hacer 8 o 10 k. más. En algunas ocasiones me iba solo a hecer tiradas largas. Y para el entenamiento de cuestas me iba a hacer series a las que conocía y estaban cerca, además de acercarme al Valle para subir la Cruz, o a la sierra, para hacer lo mismo desde Zahara a Las Palomas. No conocía a nadie de aquí que fuera a hacer la prueba y poco tiempo antes de la carrera me enteré de que también iban Julio y alguno más de carretera. Nos pusimos en contacto y salimos algunos días a hacer tiradas largas. Me ofreció irnos juntos, pues él llevaría también a sus dos hermanos: Antonio y Juan Ramón. 
Y llegó el día. A las 6 de la mañana estábamos metiendo las bicis en el vehículo y saliendo en dirección a Ronda. Allí había muchísima gente por todos lados: deportistas, organizadores, acompañantes. Después de desayunar, vestirnos, montar las bicis y calentar, nos dirigimos al polideportivo para recoger los dorsales y entrar. La excitación iba aumentando. A pesar de lo temprano que era el pelotón ocupaba ya media vuelta a la pista de atletismo, y en el césped había otra multitud de marchadores. Tuvimos que esperar cerca de hora y media hasta la salida, pero el incensante hormigueo de ciclistas y corredores, los nervios previos a una prueba y sobre todo la animación, el bullicio y el colorido hacían que pasara el tiempo sin darme cuenta: no paraba de ver bicis de todas las marcas, modelos y colores; estudiaba a las personas y les suponía, por los tipos y las bicis que llevaran, determinada forma física; me fijaba en los maillots y la procedencia de cada uno; y escuchaba mil bromas y comentarios de aquellos que estaban tan nerviosos o más que yo. Recuerdo que Antonio me dio un tubito de glucosa para el momento en que tuviera que obtener un plus de energía. (¡Al final habría necesitado no uno, sino diez!). Tras las palabras de rigor y los vítores, ¡el cañonazo!, y la fila se puso en marcha. Era una larguísima marea de bicicletas atravesando las calles de Ronda. Entramos en la primera pista y al poco comenzaba la primera subida. Con tantas bicicletas resultaba imposible subir montado. A lo largo de todo el recorrido hay subidas y bajadas, pero las cuestas más exigentes están concentradas en la segunda mitad de la carrera, lo que hace peculiar y más dura si cabe esta prueba, pues es justo cuando menos energía va quedando, cuando más exigente se pone la ruta. Julio y sus hermanos llevaban el mismo maillot azul, por lo cual me resultaba fácil localizarlos. Nos acercábamos y nos separábamos, pero prácticamente hasta la mitad de carrera íbamos juntos. Parábamos en los avituallamientos para comer frutas y pastelitos, o para reponer de agua los botes. Por el camino no existió ni un instante en que no hubiera ciclistas: a lo lejos por delante, al lado, por detrás, en los avituallamientos, parados, adelantándome, otros que yo adelantaba, ... No había un sólo momento en que se circulase en solitario. Con algunos hablas. Otros te preguntan cómo vas. Y la mayoría a lo suyo, que es pedalear. De vez en cuando, control y a picar. En la cuesta del infierno (la de tierra roja entre Alcalá del Valle y Setenil) me llamó la atención ver a Juan Ramón subiéndola con el plato mediano. Yo iba con "molinillo" y a duras penas. Al llegar al avituallamiento que había al final de la cuesta él se paró y yo continué. Y ya no los vi más hasta la meta. Por lo visto un poco más adelante le habían dado unos fuertes calambres. En las bajadas pendientes y sobre todo cuando estaban bacheadas se veían muchos botes esparcidos por el suelo que los dueños no se paran a coger (la mayoría de las veces porque ni siquiera se han dado cuenta de que se les ha caído). También, y a pesar de todos los avituallamientos y respectivas papeleras y bombos de basura, se observaba basura salpicada por el recorrido: cáscaras de plátano, envoltorios, cámaras y algún dorsal perdido. Nada más salir de Setenil, comenzando el "Sendero de los Bandoleros", empece a sentir los primeros calambres, pero sin tener que parar. Cruzando el cuartel de la Legión, de nuevo calambres, pero subiendo piñones podía continuar. La subida a la ermita de Montejaque se hacía por detrás, desde el Mures, por el carril de tierra, donde al final, en el último kilómetro tuve que bajarme porque no podía hacerlo montado. A los lados del camino había muchos ciclistas parados: unos descansando a la sombra, otros con calambres, y alguno parecía estar muerto o cuando menos dormido, pues no se les apreciaba el menor indicio de movimiento. Pasé junto a un par de accidentados (uno de ellos con sangre en la cara) que estaban siendo atendidos por legionarios. Y para terminar, la cuesta del cachondeo, que tampoco pude subir montado. Pero una vez arriba sólo quedan las últimas pedaladas oliendo ya a meta. Mucho público te anima y te alienta, lo que te da renovadas fuerzas para entrar en los jardines de meta con la satisfacción de haber conseguido superar el reto. En la meta, el ladrillo: una placa cerámica como reconocimiento al esfuerzo realizado y a haber podido terminar. En ese momento no te importa ni el cansancio, ni los calambres, ni las cuestas que has tenido que subir a pie, ni el polvo que llevas encima. Sólo quieres un refresco y disfrutar de ese momento, habiendo conseguido terminar. Más tarde, viendo que algunos entraban con las ruedas embarradas, me enteré que a los que iban un poco más retrasados que yo les había llovido cerca del final. En meta me marcaron 6 hor. 18 min. 53 seg., con el puesto 171º en la general (de 1079), y 68º en mi categoría (de 393), lo que no estuvo nada mal para ser la primera vez. Logramos terminar la prueba 841 ciclistas.
Después de comer, recogimos diplomas y regalos, y de vuelta para casa. En el coche, más calambres, las anécdotas de la jornada y el común comentario de que "una y no más". Ya habíamos probado este jarabe y no nos quedaban ganas de repetir... Pero todavía no había hecho efecto el veneno... Justo una semana después, quien más y quien menos ya estaba planificando el entrenamiento para la siguiente temporada y esperando (para sus adentros) la inscripción de la V edición.

30 de octubre de 2010

CAÑILLAS

 El 22 de marzo de 2003 nos fuimos Fernando, Ginés y yo a los montes, para hacer una "rutita", con varias ideas: ver qué tal era la subida desde Cañillas a la Carrera del Caballo, que ya conocía pero para abajo; recorrer algunos lugares nuevos por los montes de Cortes que Fernando decía que sabía; hacer una ruta de largo recorrido; hacer cuestas; y entrenar para Ronda, pues ya estábamos inscritos.
Dejamos el coche en Puerto Gáliz y empezamos por carretera en dirección a Jimena. Es prácticamente todo bajada hasta llegar al Puente Cañillas, donde un poco más adelante nos desviaríamos a la izquierda comenzando ahí la pista. Ese carril va ascendiendo de manera continuada a lo largo de toda la Loma de los Cerquijos hasta llegar a la base de la Motilla, que es una afloración caliza entre las areniscas que conforman la mayor parte del P.N. Los Alcornocales. Allí, desviándonos por la derecha, enlazamos con otra pista que nos llevaría a la Carrera del Caballo. El suelo estaba muy roto, con mucha piedra suelta y una cuesta detrás de otra. Pero como el recorrido transcurría bajo una espesura de árboles casi todo el tiempo, y todavía estábamos frescos, se hacía fácilmente soportable. Estuvimos a punto de darnos algun tortazo en las bajadas que tenían muchos cascotes sueltos y piedras, pero afortunadamente conseguimos salir ilesos por encima de las bicis. Continuamos hacia la Calderona, desviándonos antes hacia las antenas del Castillo. Después seguimos hacia el Pto. de la Hoya, entrando por cada desviación que veíamos posible y enlazando lugares nuevos con otros que sí conocíamos.
Nos comimos el bocadillo bajo unos enormes quejigos, envidiando ver el que Fernando se había preparado con esmero bien tempranito y del que ahora iba a dar buena cuenta: tortilla, con un poco de mayonesa, tomate y lechuguita. Después continuamos dando vueltas por el entorno hasta retomar la Carrera del Caballo y de allí el mismo camino de regreso hacia las Cañillas. Subiendo por carretera hacia Puerto Gáliz y con un considerable kilometraje en las piernas, Ginés fue perdiendo fuerzas, de manera que le costó la misma vida llegar hasta La Sauceda. Tras descansar un poco, recobró inusitados ánimos y llegó ya hasta el coche sin más problemas. Al final nos salieron 113 k. en 6 h. y 45 m. de pedaleo.

29 de octubre de 2010

RUTA DEL BERRUECO (LOS AÑOS '90 III)


En el término de Cortes, y a menos de un kilómetro del límite con la provincia de Cádiz, está el Peñón del Berrueco, que sirvió de punto de partida y llegada para otra ruta de aquellos años, y que luego hemos repetido en varias ocasiones con diversas variantes. La belleza e interés de sus paisajes hacen de esta ruta otra cásica de la BTT. A lo largo de los caminos por donde pasaremos podremos observar carteles que indican que nos encontramos dentro de la zona de El Robledal y los Majadales. El itinerario comienza delante del Peñón del Berrueco. Dejamos el vehículo en la pista que hay justo enfrente y que es por donde terminará el recorrido. Comenzamos pedaleando por la carretera que nos lleva en dirección a Cortes: son 8 kms. de asfalto, casi descendentes, aunque en el último kilómetro y medio hay que subir. A la altura del km. 95 y a la derecha vemos el cruce por donde empezamos una pronunciada bajada. Entramos aquí en un bosque de alcornoques, quejigos y pinos, del cual ya no saldremos hasta terminar la ruta. A partir de ahora los helechos y el brezo se convertirán en nuestros acompañantes durante todo el camino. Si se realiza esta ruta durante febrero o principios de marzo nos deleitará además el agradable aroma del brezo blanco florido. Son 3 kms. rápidos, aunque ni el firme está en buen estado (hay mucha gravilla suelta), ni los tramos entre curva y curva son tan largos como para que podamos olvidarnos de los frenos. Poco después de una curva bastante cerrada, y tras cruzar el río, comienzan los 6 kms. de subida que, sin ser excesivamente duros, se dejan sentir. En este tramo cruzaremos la Garganta de la Pulga y la del Palancar. El murmullo de los múltiples arroyos y el frescor del agua permanente serán sensaciones que nos acompañarán casi durante toda la ruta. A la mitad de una recta (Puerto de la Hoya) se observa claramente cómo se incorpora a la carretera, desde la derecha, una amplia pista. Después de beber un poco seguiremos por ella. Continuamos subiendo suavemente hasta que a los 4,5 k. Aproximadamente subimos una corta rampa, sin aparente dificultad, pero que se “agarra” bastante. Poco más adelante llegamos a un cruce de caminos, con un pequeño cortijo a la derecha. Estamos en el Puerto de la Calderona. Nosotros continuaremos hacia la izquierda. Pocos kilómetros después aparece otra desviación. Seguimos la pista siempre a la izquierda y pasamos delante de una fuente donde se puede rellenar el bote. Después de algunos toboganes suaves comienza un descenso que, poco pendiente pero muy continuado, nos conduce durante 12 k. hasta la carretera que baja a El Colmenar. Durante este tramo pasaremos junto a un par de casas que hay al lado del camino y cruzaremos la Garganta de Loberas y el arroyo de los Fresnillos. Ya casi al final podremos observar el pueblo situado en el fondo del valle. Por la pista principal continuamos hasta encontrar la carretera. Junto a este cruce, situado en el kilómetro 3, podemos ver los restos de una pequeña caseta de madera que debía servir de control a los guardas de este parque. Bajar desde aquí a visitar el pueblo y la estación (Estación de Gaucín) tiene como contrapartida añadir 3 k. más de subida a los 4 que hay que subir, y que ya se hacen duros, hasta el Puerto de La Hoya de nuevo, pero ahora llegando por el lado contrario. En estos cuatro kilómetros de asfalto hay dos (del 4 al 6) con unas “preciosas” curvas. Quizás sea este el tramo que se haga más duro de toda la ruta. Desde el Puerto de la Hoya se repite otra vez la misma subida que habíamos hecho hasta el Puerto de la Calderona (explicado anteriormente), y llegando allí, ahora por segunda vez, tomamos la pista de la derecha (no la que baja hasta la casa). Recorreremos 6 k., por un carril bastante bacheado, pero llano, que nos conducirá hasta donde dejamos los coches.
Es un recorrido de 55 k. con forma de “8” que admite múltiples variantes, por la gran cantidad de senderos que cruzan por todas partes y que hemos experimentado en diversas ocasiones, entrando o saliendo por distintos sitios.

27 de octubre de 2010

PINAR DEL REY (LOS AÑOS '90 II)

Otra preciosa ruta de la primera época fue la de Pinar del Rey. Tras cruzar toda la parte baja de la Almoraima, se pasa por una carretera de la Confederación Hidrográfica del Sur hasta Castellar. Y desde allí se enlaza con el Pinar del Rey, realizando un recorrido circular. Comenzando en el cruce del Molino de Fuego, en Taraguilla, y tras cruzar el río Guadarranque, nos adentramos en Almoraima. Circulamos por una pista que discurre casi paralela a la carretera, en dirección al embalse de Guadarranque. Después de pedalear unos 18 kms. muy entretenidos (por el continuo curveo y los suaves toboganes) llegamos hasta la misma presa del Guadarranque. Desde ahí subimos por carretera durante 2,5 k. al castillo de Castellar, bajando luego por el mismo lugar hasta la entrada del camino de servicio de la Confederación Hidrográfica del Sur, junto al canal de Castellar. Este tramo se hace por una amplia carretera asfaltada que va junto al canal bodeada completamente de acacias, que en primavera muestran un espectacular colorido amarillo. Tras atravesar la carretera y cruzar la vía del tren, nos incorporamos de nuevo a un segundo tramo del camino del canal. Por allí llegamos a la zona de las Mejoras y las Tarayuelas, bajando posteriormente al Pinar del Rey . Tras atravesar el extenso pinar, buscamos la carretera que, por la derecha, nos lleva de nuevo al punto de partida, habiendo recorrido unos 50 kms. aproximadamente. Esta ruta la he realizado en tres ocasiones, hace mucho tiempo, por lo que desconozco si actualmente hay disponibilidad de paso en la finca de Almoraima o en la carretera del canal de Confederación. Es una ruta suave y variada, sin dificultades notables, en la zona sur de Los Alcornocales.

25 de octubre de 2010

ALAMILLOS - MONTEJAQUE - LLANOS DE LÍBAR

Finalizando la década de los '90 realizamos otra ruta entre las serranías de Grazalema y Ronda: la que denominamos en su día como Montejaque Mate. Comenzando en el puerto de Los Alamillos, se llegaba a Montejaque y desde allí subíamos hasta los Llanos de Líbar.
Empezamos por la pista que sale junto a la misma venta, por donde vemos parcelas a uno y otro lado hasta llegar a un pinar. Cruzamos el puente sobre el río Campobuche y un poco más adelante encontramos un desvío a la izquierda. Tras pasar por una angarilla, entramos en uno de los tramos más interesantes del recorrido: son unos 5,5 k. que discurren muy próximos al cauce del Campobuche, con más o menos caudal, atravesándolo de un lado a otro en varias ocasiones, por un sendero muy roto, pero de gran belleza. En determinado momento el camino abandona las proximidades del río adentrándose en un denso alcornocal. Va subiendo suavemente hasta encontrar una cortijada a la izquierda (Retamalejo) y 1 k. más adelante alcanzar otra pista que se incorpora desde nuestra izquierda. A partir de ahí el camino vuelve a bajar, por un piso muy pedregoso pero rápido, para acercarnos de nuevo al río, cruzándolo por un largo puente. Continuando por la misma pista volvemos a subir entre el arbolado, hasta encontrar a poco menos de dos kilómetros una bifurcación. El camino más claro sigue por la derecha, pero nosotros tomamos el de la izquierda, que poco a poco se va haciendo más estrecho, hasta desaparecer. A partir de ese momento tenemos que desviarnos hacia la izquierda, bajando campo a través una corta distancia, hasta terminar en la parte de atrás del Cortijo Quejigal, donde nos incorporamos ya a una pista muy evidente que nos llevará hasta las proximidades de Montejaque, primero entre un espeso alcornocal en pronunciado descenso y luego por terrenos más abiertos y por amplios llanos. La bajada desde el Quejigal es muy rápida, por lo que en una ocasión se produjo una espectacular caída con lesiones evidentes en la rodilla de uno de los que íbamos. En otra ocasión, y debido al barro que atascaba el paso de ruedas, las bicis no rodaban ni cuesta abajo, por lo que se hizo muy penosa la bajada. Antes de salir de la zona de bosque pasaremos junto a un puente medieval en muy buen estado de conservación.
 Una vez en Montejaque tomamos alguna de las calles que por la derecha rodean el pueblo hasta enlazar con la amplia pista que se dirige a los llanos de Líbar. Comienza aquí el tramo más duro de todo el recorrido, no por el suelo, que está en muy buenas condiciones, sino por la pendiente que tenemos por delante: unos 4 k. de subida continuada con algunos descansos que discurre entre los imponentes roquedales de estas sierras. Tras descansar un momento bajo unas encinas junto al camino, continuamos el recorrido llaneando por una zona despejada.
Más adelante y cuando el camino se vuelve a rodear de vegetación volvemos a subir para acercarnos a la última parte de los llanos, entre una dehesa de encinas y por un carril muy cómodo hasta llegar al refugio de Líbar. El regreso lo hemos hecho de distintas formas: unas veces hemos vuelto por el mismo recorrido de ida, saliendo unos 55 k. en total; en otras ocasiones (la mayoría) hemos regresado por la carretera que une Grazalema y Montejaque y que discurre prácticamente entera entre alcornocal hasta los Alamillos; en una ocasión Juan Antonio y yo accedimos a los Llanos del Republicano a través del Puerto del Correo, con la bici al hombro, evidentemente, durante veinte minutos, pero sin resultar agotador.
 Resulta una ruta muy variada, con paisaje de roquedales de montaña y con los desniveles que cabe esperar por estas sierras.

24 de octubre de 2010

LOS TÚNELES (LOS INICIOS III)

Otra de las primeras clásicas que hicimos fuera de Jerez fue ésta: Los Túneles. Por la Vía Verde de la Sierra (antiguo trazado de ferrocarril Jerez - Almargen), comenzando en Puerto Serrano, llegamos hasta la estación de Navalagrulla: poco más de 29 kms. de ida y los mismos de vuelta. El recorrido fue prácticamente llano, sin ningún desnivel importante que reseñar. 
 Durante el primer tramo el camino discurre casi paralelo al río Guadalete por bellos paisajes y más adelante va próximo al Guadalporcún. Cada cierto tiempo nos encontramos un túnel: hasta 20 cruzamos nosotros, la mayoría de corta distancia, pero alguno de 1 km. aproximadamente. (¡Y todavía quedaban otros 10 antes de llegar a Olvera!). Al principio ir atravesando túneles resultaba divertido y novedoso. Era la "salsa" de la ruta. Pero los túneles iban aumentando en longitud, y cuanta mayor era la distancia, menor era la visibilidad en su interior. Al fondo se veía la luz de la salida, pero dentro sólo las siluetas de los que marchábamos. La entrada de uno de ellos estaba casi completamente colmatada de tierra, por lo que tuvimos que bajarnos y pasar de uno en uno, medio agachados y tirando de las bicis. 
Hasta que llegamos al túnel más largo, que además de tener cerca de 1 km. de longitud total, está en curva, por lo que al poco de entrar ya no se ve absolutamente nada, ni tan siquiera la luz de la salida. En la actualidad están iluminados. Tienen incluso un sistema de sensores automáticos a cada tramo, para ir encendiéndose al paso de los viandantes. Pero en aquel momento no había nada de eso. Recuerdo que no veía nada. Iba concentrado en el ruido de las bicis para orientarme. Y hasta le dije a Cecilio (que iba justo delante mía) que se pusiese a hablar para seguir por el mismo sitio y no tropezar si se paraba por cualquier motivo. Menos mal que el suelo, al menos, estaba casi liso. Había cascotes, pero cerca de las paredes, lo que nos hacía darnos cuenta si nos estábamos acercando demasiado a los lados. Resultaba bastante agobiante por la imposibilidad de prevenir los obstáculos. Y tras varios minutos así llegamos a la ansiada luz.Cuando llegamos junto a Zaframagón nos desviamos a la derecha para acercarnos al pie al pie del Peñón, junto al arroyo, intetando ver más de cerca algún buitre. Continuamos hasta la antigua estación de Navalagrulla, donde paramos para comer.
En un momento que Porrones se había retirado, le metimos en uno de los guantes (eran guantes cerrados) una pequeña culebra muerta que había por allí. No le dijimos nada y cuando se los puso tampoco notó nada extraño. Los demás nos partíamos de risa y él ya se estaba mosqueando. Cuando por fin se lo dijimos, se quitó los guantes de un tirón... ¡y empezó a maldecir de todos nosotros, de nuestra familia y de nuestros antepasados, por esa boquita...! Al terminar decidimos no continuar hasta Olvera y volver porque amenazaba lluvia. De regreso, por el mismo sitio, nos pusimos chorreando. La tarde se cerró y dudábamos entre continuar o esperar dentro de uno de los túneles. Pero como no tenía ninguna pinta de escampar decidimos continuar. Y acertamos, porque no paró y nosotros tampoco hasta los coches. Terminamos empapados y así nos fuimos.

23 de octubre de 2010

SIERRA DE LAS NIEVES (LOS INICIOS II)

Otra de las primeras rutas fuera de Jerez fue la de Sierra de las Nieves. Joaquín y Porrones nos obsequiaron con un magnífico recorrido entre estas montañas malagueñas, rodeados por unos paisajes de encinas, pinos y caliza a los que estábamos poco acostumbrados.
Comenzamos en la carretera Ronda – San Pedro de Alcántara, justo a la entrada de la pista de acceso al parque natural. Por esa pista llegamos hasta el albergue de Quejigales, desde donde continuamos por el Camino del Puerto de los Quejigales hasta enlazar con el de Espinarejo, llegando a las antenas y bajando a buscar de nuevo la carretera. Un poco más de 30 kms. A esta ruta fuimos diez personas: entre los habituales por aquella época: Joaquín, Porrones, Diego (que fue quien hizo la foto, al pie de uno de los canchales), Pepe, Javier, Jesús (madrileño) y yo; y otros invitados: Cecilio, su hermano y un pariente de Joaquín. La pista se adentra en plena sierra discurriendo entre una densa vegetación de encinas, pinos y pinsapos salpicados, prácticamente sin interrupción hasta llegar a Quejigales, que es donde se encuentra el albergue. Los 2 primeros k. son casi llanos, lo que nos sirvió para ir entrando en calor con las primeras pedaladas. Después de atravesar algún claro y casi sin darnos cuenta la pista comienza a ganar altura muy suave pero continuadamente durante unos 7 k. El camino va curveando constantemente. Marchamos ensimismados, descubriendo y disfrutando cada recodo del camino, hasta el punto de que en una curva cerrada apareció de repente un vehículo que casi hace terminar a alguno en el suelo. Tras el susto y más atentos ya a la conducción continuamos subiendo, y después de pasar por La Nava observamos como va disminuyendo el arbolado y se hace más visible la caliza de estas sierras. Unos 500 metros antes de llegar al refugio termina la subida y hacemos esos últimos metros casi sin dar pedales. A partir de Quejigales el camino vuelve a subir durante 1,5 k. aproximadamente. Cada vez es menos abundante la vegetación arbórea y más visible la roca. Y casi cuando empieza a desaparecer por completo el arbolado nos encontramos un cómodo descenso de unos 3,5 k. que baja, ya en pleno paisaje de montaña, hasta cruzar un arroyo que pasa justo al lado de una cortijada. Desde aquí, entre roquedales, realizamos la subida más fuerte de la ruta por el camino de Espinarejo, durante 4 k., hasta llegar a las antenas. Se hacía obligatoria una parada para descansar y disfrutar de las vistas.
Desde las antenas el recorrido continúa en pronunciado descenso, con contínuas curvas en zig-zag, y con un piso muy pedregoso. Sin dar pedales, con la velocidad de la propia inercia y durante 8 k. sólo se tienen ojos para el camino. Los 4 primeros son los peores (¡o los mejores para otros, según el caso!). Llegas a notar auténtico dolor en los antebrazos de ir frenando permanentemente, y derrapando en algunas curvas. Salirse en alguna de ellas suponía pegarse un monumental batacazo y rodar montaña abajo. Hubo quien se cayó (pero no ladera abajo, afortunadamente) y otros que, sin posibilidad de reacción, le pasaron por encima. Cuando por fin terminó el descenso y nos agrupamos, retomamos el camino, ¡agotados por la bajada! y con bastante relajación, contando cada uno sus sensaciones. A partir de ahí la pista vulve a ser amplia y con buen piso. Los 4 k. siguientes pican para arriba y, con algún subeybaja, llegamos a la carretera de Ronda - San Pedro de Alcántara. En vista de que el coche estaba 9 k. más adelante y de las pocas ganas que teníamos de seguir pedaleando (y menos por carretera), Porrones hizo 9 kms. más, de subida, por carretera y solo, para ir a buscar la furgoneta y recogernos.

20 de octubre de 2010

RUTA DE LOS ALACRANES (LOS AÑOS '90 I)

A partir de 1991 y por diversas circunstancias empiezo a descubrir Los Alcornocales. Utilizando mapas topográficos del ejército comienzo a hacer incursiones en solitario por el parque, entrando por diferentes lugares, hasta conseguir enlazar varios recorridos. Eso se plasmará en la confección de varias rutas en las proximidades del Campo de Gibraltar. Una de éstas fue la Ruta de los Alacranes. Conocía diversos tramos, pues los había recorrido a pie o en coche. Pensé en la posibilidad de conectarlos. Según los mapas topográficos del ejército existía esa conexión. Sólo quedaba montarse en la bici y buscar . Con cuatro anotaciones en un folio plegado y un lápiz salí a intentarlo. En la carretera que va desde Algeciras a Los Barrios, a la altura de Botafuegos, existe una pista que sube a la Sierra de Palma. Este camino pasa junto a una pista de aeromodelismo (varias veces he visto allí volar maquetas, e incluso una vez hasta incluso caer un helicóptero de modelismo, destrozándose las hélices) y muy cerca del penal. Tras cruzar la cortijada del Molino de San José, el camino, muy pedregoso, sube lenta pero continuadamente atravesando unos amplios bujeos por la Sierra de Palma. Aunque hay varias cancelas y algunos cruces, resulta fácil distinguir el camino principal. Más adelante el firme se vuelve algo más regular y, pasando entre bellos bosques de alcornoques, se va ganando altura. Llegando al paraje conocido como Hoyos de Don Pedro, existe un mirador con vistas espectaculares hacia la bahía de Algeciras y el Peñón. A partir del mirador la pendiente se suaviza bastante. Se cruza bajo un bosque de pinos hasta llegar a una puerta (normalmente abierta). Se cambia de orientación, lo que se puede apreciar porque durante unos 500 metros atravesamos una zona desarbolada y el suelo vuelve a ser de nuevo pedregoso e incómodo. Pero al poco tiempo, coincidiendo con una suave bajada, volvemos a estar rodeados de alcornoques y rodando por una buena pista. Llegamos hasta un muro de piedra con una cancela que pone "Casa de las Corzas". Entrando por ahí nos dirigimos entre un pasillo de jérguenes hasta la casa. El camino pasa por delante y continua entre árboles. Por aquí, aunque sin miradores, hay también unas bellas vistas de la bahía. El camino termina en unos pequeños prados, con matorral y sin arbolado, desembocando en una carreterita asfaltada. Continuando hacia la derecha llegamos de momento al Puerto de los Alacranes, fácilmente identificable por las antenas y repetidores que aparecen delante. Por la izquierda una estrecha pista asfaltada (actualmente inaccesible, con cerramiento y teledetección) baja en un precioso curveo hasta el cortijo de Ojén. Es una bajada rápida. Nunca he encontrado ningún vehículo subiendo, pero pueden hacerlo y eso, unido a la estrechez y la poca visibilidad del curveo, hace que sea necesario tomar las debida precauciones. Tras cruzar sobre el arroyo del Tiradero, llegamos a la pista que une Facinas con Los Barrios. En una ocasión, tras cruzar el arroyo del Tiradero, intenté buscar algún sendero que se dirigiese paralelo al arroyo con dirección a Los Barrios, pero no lo encontré. Debe existir pero habrá que buscarlo mejor. Por la derecha la pista continúa junto a uno de los bosques de quejigos mejor conservados de toda la península. Es una zona para correr poco y disfrutar mucho. Con algunos toboganes llegamos hasta la casa en ruinas de San Carlos del Tiradero (o de las Tejas Verdes) y poco más allá es prácticamente bajada hasta el puente de hierro y la carretera 440. Desde ahí hasta Los Barrios es todo ya carretera, sin dificultad para terminar.

19 de octubre de 2010

RUTAS DE LAS VACAS (LOS INICIOS I)

Transcurría el año de gracia de mil novecientos "nosequé" (el siglo pasado) cuando realizamos la que recuerdo como primera ruta oficial fuera de Jerez: la Ruta de las Vacas. Esta ruta la diseñó Juan Antonio, siendo una de sus primeras incursiones serias en la BTT.
Gran parte del recorrido fue por carretera, pero el tramo de campo resultó verdaderamente "montuno", pues tuvimos que esquivar vacas bravas, sortear innumerables piedras y rocas en unos senderitos sólo aptos para las cabras, pasar por zonas donde la hierba llegaba hasta los ejes de las ruedas y no se veía el suelo, atravesar cauces de arroyos con la bici al hombro y esquivar muchos obstáculos naturales. El trazado partía de El Descansadero (Benamahoma), en los Llanos del Campo, y tras subir un par de kms. por la carretera en dirección a Grazalema, se adentraba por la amplia pista que sale a la derecha en dirección a los Caseríos del Boyar. Antes de llegar a este caserío y rodeando la cara este del Cerro de las Cuevas, se pasaba junto al Caserío Basco y más adelante cerca de la Casa del Escribano. Marchando muy próximos a los arroyos Tavizna y Pajarito, se llegaba junto al Molino de la Angostura, y tras pasar el Pontón, el sendero abandonaba el borde del río para llegar en unos dos kms. a la carretera, un poco más arriba del antiguo camping de Tavizna. Una vez en la carretera de Ubrique, continuábamos hacia la derecha con dirección a El Bosque, y desde allí hasta el Descansadero de nuevo.
A esta ruta fuimos siete personas: cuatro, de los primeros componentes del núcleo que continuó la evolución hasta el actual grupo: Joaquín S., Manu Porrones (que hizo la foto y no sale), Pepe R. y Diego; y otros tres que nos habíamos incorporado a la BTT con posterioridad: Javier G., Juan Antonio y yo. El vehículo de transporte fue la Nissan Vanette de Porrones, quien la ofrecía amablemente al grupo para los desplazmientos fuera de Jerez, y la decoraba para la ocasión con variadas flores del tiempo y ramitas de lentisco (para ir haciendo boca).
Por la indumentaria se puede comprobar lo incipiente que estaba entonces la práctica de esta actividad: camisetas de deporte, sudaderas, chubasqueros y, despuntando ya, algún maillot ; los culotes (indispensables) cortos y largos, conviviendo con mallas; las zapatillas (de deporte, por supuesto, no de bici) sin calas, porque todavía no se usaban pedales automáticos, sino rastrales y punteras; el uso del casco sí estaba generalizándose, aunque había quien llevaba chichonera, casco de moto adaptado, los primeros Bell (lo mejorcito del momento), o el OGK "postsoviético" que era como una seta sobre la cabeza, y ninguno de ellos con visera; guantes variados: de bici, de gimnasio o incluso de portero de fútbol; y gafas quienes tenían tradición, por las motos. En cuanto a las bicicletas, era también lo que había: creo recordar una Orbea Mustang, tres Boomerang Tikal II, una BH y una Kona (todas de cromoly, por supuesto, menos la BH. El aluminio se limitaba a bielas y platos, bujes, tijas, frenos, manillar, potencia y poco más), sin amortiguación delantera (las dobles ni se imaginaban), con siete piñones las que más, y alguna, en lugar de pulsadores de cambio, con Grip-Shift o incluso la palanquita sobre el manillar. El grupo Deore DX era en aquel momento una maravilla (lo que llamábamos "carne de perro") y lo habitual era el Shimano Alivio y el LX (¿existía alguna otra marca?). Bajo el freno delantero llevábamos un reflectante y los catadióptricos de las ruedas se los quitábamos al segundo día porque dejarlos era de globeros. Los primeros kilómetros de asfalto y ascendentes nos sirvieron para ir entrando en calor. Al poco de comenzar por la pista hacia los caseríos del Boyar había surcos secos que me provocaron una caída y el estreno del casco, al que se le clavó una piedra. Cerca de la casa de Bartolo (el cabrero) había unas vacas bravas que tuvimos que ir evitando, con un ojo en el camino y el otro en los animales. Más adelante, zigzagueo por el senderito entre pedruscos y rocas, teniendo que echar más de una vez el pie a tierra. Atravesamos una amplia zona donde se perdía de vista el camino porque estaba completamente cubierto de hierbas, plantas y flores, de manera que intuíamos cuál era la dirección, pero no veíamos el suelo, por lo que las bicis rodaban a la ventura: cualquier obstáculo bajo las ruedas hubiera supuesto un "florido batacazo". Pero lo icreíble fue cuando, atravesando un arroyo medio seco con las bicis al hombro, al pasar el tercero o el cuarto sobre una enorme roca lisa, ésta se movió de repente, haciendo perder el equilibrio al que pasaba en ese momento. Resultó ser una enorme marrana que dormitaba en el lecho del arroyo y que tenía el mismo color que todas las piedras del lado. Y lo curioso fue que le habíamos pasado por encima dos o tres personas cargando las bicis... ¡y no se había inmutado! Ya en la carretera sólo quedaba llegar hasta El Bosque, con algún que otro repecho, y continuar hasta Benamahoma y el Descansadero. No habíamos previsto que este último tramo es casi todo ascendente, de modo que, a partir de El Bosque, cada cual cogió su marcheta y fuimos llegando al coche de uno en uno.

18 de octubre de 2010

PRESENTACIÓN

Hola a todos y bienvenidos.
Soy Ángel María (Angelmari). Vivo en Jerez y monto en bici desde hace algunos años.
Pretendo que este blog se convierta en un nuevo lugar de encuentro para todos los amigos que disfrutamos de la afición a la bicicleta de montaña, ya sean del grupo con el que monto, de cualquier otro grupo o club de Jerez, o de otras zonas, para compartir rutas, iniciativas, experiencias, materiales, trucos, etc, sobre la bici. Así que... hasta pronto.
P.D.: Nuestro punto de encuentro para salir en bici es frente al Parque de Bomberos, los martes y jueves a las 17,00 horas. (Horario de invierno: 16,30 horas).