26 de julio de 2018

RUTA DEL CHAPUZÓN



Ayer de mañana, a petición de Lozano, propuse una ruta que, sin ser larga, tenía algunos tramos nuevos para algunos miembros (y una miembra) mantekas:  "Ruta del Chapuzón del Orientador desorientado" y/o del "Enésimo Picotazo de Juanito".
Puestos pedales a la obra y con la pítima (intención) de completar un  recorrido más largo de lo habitual,  optamos por ir por la Vía de Servicio de la Autovía de Arcos hasta Jédula. Bueno hubiera sido llegar allí por la antigua vía del Tren del Azúcar, pero eso será ya otro día d.m., Domin.  


En el primer tramo, dejar atrás el circuito de velocidad sumido en un plácido silencio reconforta el espíritu y tranquiliza los oídos.

Mientras Manolomerka nos ofrecía el lado más humano de su espíritu deportivo,  a pesar de haberse convertido en un e-bikero cualquiera, llegamos a Jédula, lugar donde hubo una estación del tren del Azúcar que unió Jerez con Arcos, que estamos reivindicando para su uso como Vía Verde.  Allí desayunamos, donde sirven panes de todos los tamaños, clases y formas.

Poco después nos dirigimos hacia La Junta de los Rios y enseguida pasamos al lado de La Matanza, lugar donde, según parece, un grupo de lugareños  allá por el mil trescientos  y pico  dieron “pal pelo” a un ejército de moros (benimerines), que habían llegado con intención de quedarse con lo que no era suyo.  Tal fue la carnicería propinada a los de las chilabas, que aún se conserva hoy esta toponimia ("Matanza") .

Pronto  nos desviamos hacia el Canal de Guadalcacín en su tramo de Alto Cielo,  y a la altura del Arroyo de los Nortes, el de la eléctrica perdió  el suyo, desapareciendo de la vista de todos. Fue a aliviar aguas menores, cosa que tuvo a bien por haber una bikera hoy en la ruta (¡qué caballero!).

Luego de atravesar el Arroyo de la Teja y cerca del de Majarromaque, primero Juan Lozano sufrió un (otro) picotazo de avispa o abeja, que no se dejó ver el bicho. Tras proferir no sé cuántos improperios y maldecir su suerte, continuamos.  Al poco,  un tramo bangoso del carril nos obligó a echar pie a tierra, perdón, a barro. De resultas del parón  nos vimos obligados a descalzarnos y Joaquín, no ya como orientador sino como alumno aventajado, quiso meter las suelas en el agua del canal, pero sus paredes hicieron de tobogán y  acabó metiéndose en el agua más allá del corvejón. Agua hasta entonces limpia. José María fue el primero que corrió, pero no a socorrer al otrora compañero de fatigas educacionales, sino a fotografiar tan singular momento. Allí estaba el del Coloma sin saber cómo ni por dónde salir "más acharao que un quinto", hasta que un par de almas caritativas, tras contener la risa,  se apiadaron de… su móvil.

Más tarde, aún partidos de la risa del chapuzón, atravesamos el Encinar de Vicos por una vereda con más pinchos que donde los hacen,  La Guareña  y Cuartillos con buen ritmo, sin prisa pero sin pausa a la caza y captura de la Jeannie Longo jerezana, que optó por un segmento de carretera. 

Cercanos ya a La Teja, Juan, otra vez El Lozano, pinchó. José María, que ya estaba acomodándose en el bar, salió en su auxilio, pero con las ciberherramientas que porta  el de la cementera, enseguida quedó reparada. Tecnología to(r)pe de gama. 

Ya en el refrigerio, Manolomerka, que no desaprovecha una, volvió a insistir en las excelencias de las e-bikes. Parece que lleva comisiones. Tanto, que está por comprarse otra, aunque la actual  puede alcanzar los 75 km/h. ¿Será que quiere hacer la Paris-Dakar?. Mientras tanto, José María seguía erre que erre con sus fotos ("de tan cerca no, por favor", insistía  Rosi) y el resto nos abalanzábamos hacia una aceituna huérfana.

Un día más de este verano,  que recordaremos durante mucho tiempo. 

1 comentario:

  1. Después de leerlo me he dado cuenta lo que echaba de menos un relato de esta guisa. Tras una amena salida la crónica subsiguiente resulta el complemento ideal para rematar la ruta: para quienes la realizaron porque, cuando la leen, evocan y reviven aquellos momentos; y para quien no pudo, porque le mantiene viva la ilusión de algún día estar ahí.
    Gracias, Fernando.

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