Como ya tenía el veneno bien
inoculado, a la semana de regresar de Ronda y una vez recuperado del
cansancio, los calambres y agujetas, tenía mi gusanillo para inscribirme
al año siguiente y sólo le daba vueltas a cómo tendría que planificar
la temporada de entrenamientos para llegar en mejores condiciones.
Llegó el día y allí estaba
dispuesto a disfrutar más y sufrir menos. La salida, al igual que el año
anterior, estaba repletas de ciclistas y marchadores, todos deseando
que comenzara la prueba para dar rienda suelta a sus energías. A esta
edición también se habían inscrito Julio y Rogelio. En alguna ocasión
habíamos salido a entrenar juntos.
El recorrido fue básicamente el mismo, con lo cual ya lo conocíamos del
año anterior y sabíamos dónde empezaban los tramos duros y dónde se
podía apretar un poco más. La principal diferencia estuvo en la subida a
la ermita de Montejaque: la vez anterior se subió por la pista de
tierra desde el cuartel
y en esta ocasión se subía desde el pueblo, por el estrecho zigzag
empedrado. Ni por un lado ni por otro la había podido subir montado en
la bici.
De los 1.539 ciclistas que tomamos la salida conseguimos terminar
1.335. Al final logré rebajar el tiempo del año anterior en una media
hora, obteniendo el puesto 127º de la general y 48º de mi categoría,
tardando para ello 5 horas y 58 minutos.
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