7 de mayo de 2011: los 101 de la Legión. 
Más de 3.000 participantes sólo
 en la modalidad de  bicicleta. Esta prueba crea cada edición mayores 
espectativas y el ambiente sigue siendo insuperable. Cada vez va estando
 más alto el nivel. Los participantes acuden cada año más preparados (en
 equipación, bicicletas, entrenamientos, etc). Recuerdo que las primeras
 veces veía a los lados del camino a muchísma gente parada con 
calambres, los avituallamientos a rebosar de personas esperando, los 
compañeros de una misma peña rodando juntos y muchos ciclistas 
charlando. Todavía ocurre, pero cada vez menos. Imagino que en la 
modalidad de marcha todavía se disfruta de esas "tradiciones". Lo que sí
 se mantiene es la excelente organización que derrocha la Legión en esta
 prueba.
Ha sido mi 8ª participación y las ocho veces las he terminado. La he 
completado en 7 h. 45 m. con la Marin. Mi cuentakilómetros  registraba 
104 k. en 7 h. 30 m. (sin contar las paradas), a una media de  14 k/h. 
Clasificación: 1014 de la general y 70 de mi categoría. 
Antes de la salida se puso a llover y todo el mundo tuvo que recurrir a 
los chubasqueros. Pero al final del tramo neutralizado la mayoría 
llevábamos sólo manguitos. Habían avisado de que había barro. Y lo 
había. En algunas zonas había que pasar obligatoriamente por un lodazal.
 En otras se podía esquivar por algún ladillo. El recorrido es en su 
mayor parte similar al de otras ediciones, con algunas variantes (sobre 
todo de subida) para todos los gustos. Algunos de los tramos nuevos los 
conocía ya de la edición de los 102 de la Sufrida del pasado año y me 
resultaron más cómodos, pero la subida de Benaoján a Ronda... ¡vaya 
tela!
Hasta el km. 85,7 (Benaoján) no paré para coger avituallamientos, ni  
sólido ni líquido. Después venía una subida (para mí imposible con la  
Marín. Con la Orbea creo que también), inédita en los 101 pero que ya  
subí (a pie, por supuesto) en la Prohibida de hace un año. Cuando  
terminé la cuesta me dí cuenta que tenía que haber parado a comer, pero 
 ya era tarde. No tenía fuerzas y además sólo pensaba en la comida de  
meta (¿Cómo decíais que se llamaba eso?) Trescientos metros más adelante
  había un avituallamiento y me comí por lo menos ocho trozos de plátano
 seguidos. Después ya normal hasta Ronda, donde el público te lleva en 
volandas hasta la meta. 

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