A las ocho, los de la fresquita poníamos rumbo a Sanlúcar, bajando por las rotondas de Areasur con frío mañanero y entrando luego por la hijuela de Rompecerones. Más adelante, por la carretera de servicio de la autovía hasta Sanlúcar, Rafael llama a los de las ochotreinta para saber hacia dónde iban. Quedamos en Sanlúcar en el bar de siempre. Para hacer tiempo Lobato nos dio una vuelta por el pueblo, subiendo la cuesta de Belén (¡pedazo de rampa!), junto al mercado, y enseñándonos algunos sitios para tapear bien.
Justo cuando íbamos a empezar a desayunar llegaron cinco de los "ochotreinta". Juan Soto el primero y enseñándonos que traía la rueda frenada, que si no... ¡se iban a enterar los demás! José Mateo venía con bici prestada. Nos comentó que lleva con mucha tranquilidad el tema del arreglo de la suya porque (como muy sabiamente decía) "afortunadamente a él no le había pasado nada". Pepe Robert nos explicaba que no sale antes porque media hora más de sueño es una eternidad. Francis contándonos a los que no lo habíamos oído las maravillas de las salidas nocturnas y las palizas que está dándole a más de uno. Y Antonio Viloita prudente y humilde como en él es habitual. Tertulia animada, algún chiste, las batallitas de la semana, las bromas de turno, y ve pagando que nos vamos. Después del café salimos con dirección a Jerez, cruzándonos con un nutrido grupo que ya terminaba su ruta. Alguien insinuó tirar para Rota y sin pensarlo dos veces Lobato enfiló el carril-bici. Yo no había cogido antes por aquí. Es un carril en muy buen estado, muy entretenido y con mucha circulación (tanta que contínuamente teniámos que estar avisando de "¡Bici delante...!"). De cualquier modo tendré que agregar a la lista de globeradas lo de entrenar con bici de carretera o montaña por un carril bici... Je, je. Pasamos un par de puentes sobre la autovía, cruzamos varios enlaces y al final salimos a la carretera de Rota junto a la valla de la Base. Cuando pudimos nos incorporamos a la carretera de servicio y por allí todo seguido hasta la cañada del Verdugo. Por el carril-bici hubo alguna aceleración de Francis que se notó en la respiración y en el sudor. Pero el resto del camino fuimos todos juntos a un ritmo cómodo. Casi llegando ya a las lagunas del Puerto, Pepe notó que había pinchado y cuando fue a poner el pie en el suelo le dio un pedazo de calambre que hubo que ayudarle a sujetar la bici. Pero con un poco de aire en la rueda y un desarrollo más suave siguió bien. En Matajaca se paró a cambiar la cámara por precaución ante la rápida bajada de pelotes que venía a continuación. Lobato, que iba escapado con Pepe y Francis, llegó a Cuatro Caminos con la élite. Subimos la cuesta de la Alcubilla hasta Arenal, y allí paramos a la sombrita en uno de los bares, con 83 kilómetros en las piernas.
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