Carlos Cano me enseñó que debía desconfiar de las modas.
No es que las rechace, sino que las pongo en cuarentena. Todos los progresos y los avances son útiles. Algunos, hasta necesarios. Casi siempre añaden alguna ventaja de la que anteriormente no disfrutábamos. Pero, ¿hasta qué punto no se trata de campañas de mercado perfectamente diseñadas?
He visto evolucionar las bicicletas y sus componentes. Algunos cambios tuvieron muy buena acogida y otros fueron más lentos. El material para los tubos evolucionó del acero al aluminio. Hubo un acercamiento al titanio pero, bien por su coste o por sus prestaciones, no se generalizó su demanda. Luego llegaría el carbono que, juntamente con el aluminio, parece que son los materiales que se han asentado para la fabricación de cuadros.
Las amortiguaciones también han progresado lo suyo. Desde las bicicletas completamente rígidas hasta las de última generación con amortiguación inteligente hemos pasado por suspensiones en el sillín, en la tija, en el tubo de dirección, en la horquilla delantera o en las vainas traseras, con multitud de ensayos para conseguir una bici menos rebotona y con mayor capacidad de absorción.
Con los piñones hemos pasado de cinco coronas a diez, al contrario que con los platos, que se han reducido de tres a dos, y ya se ven modelos con un único plato polivalente. Los frenos cantilever evolucionaron a los v-brake y más tarde a los de
disco, primero mecánicos y luego hidráulicos. Los eléctricos no han
tenido la aceptación que de ellos se esperaba. Los mandos de los desviadores también han tenido su transformación, desde los antiguos sistemas de palancas o el grip-shift instalado en el puño, hasta los pulsadores actuales con gran precisión y rapidez.
Un compañero me contó que cierto periodista deportivo señalaba como la más valiosa, acertada y eficaz de todas las mejoras que había tenido la bicicleta la incorporación de los pedales automáticos. ¿Quién no recuerda los pedales, solos, con punteras o con rastrales? ¿Y quién no se ha caído cuando estrenaba los automáticos? A pesar de eso nadie concibe hoy una bicicleta para uso deportivo que no los lleve y menos aún dentro del ciclismo profesional.
Y de las ruedas para qué hablar... 26, 29, 27,5 y lo que venga... Como decía el otro día: esto es no acabar. ¡Lo que el "merchandising" quiera hacer con nostros!
En fin, toda una industria montada en torno al mundo de los aficionados a la bicicleta, entendida, no ya como medio de transporte exclusivamente (pues en ese caso no hubiese sido necesario tanto avance), sino como herramienta deportiva, orientada a las más exigentes necesidades dentro de la competición, y que costeamos entre todos los aficionados, que somos quienes finalmente formamos la inmensa mayoría de usuarios.
Todo lo que evolucione la ingeniería del ciclismo está muy bien, pero al final lo verdaderamente importante es un buen "par motor", quiero decir, buenas piernas y mejor corazón. A no ser que uses lo de Armstrong y sus Liestrong (grandes embustes, para que nos entendamos).
ResponderEliminarPues sí, los tiempos adelantan que son una barbaridad, pero no en todo, por desgracia. En política, por ejemplo, parece uno estar todos los días leyendo noticias correspondientes a la España rancia del siglo XVII. Pero, en lo de la bici, que es lo que aquí toca, es verdad que lo "esssensssiá" es el muñeco "que va en lo arto" de la bici. No obstante, un amigo, mecánico él, me comentaba recientemente las excelencias de la transmisión integrada en el buje (http://losrelajadosclubmtb.com/foro/viewtopic.php?f=6&t=552 ¡ojo! a la versión que incorpora las "bolas planetarias"), y otro amigo, cachondo mental él, apostaba por esta otra revolución, consistente en una bici sin cadena ni piñones... vamos lo menos que se despacha en bicicleta (o lo que eso sea) y que puede verse y admirarse en: http://boltbike.es/espectacular-bici-sin-cadena/.
ResponderEliminarEn fin, que viendo que hasta Tomás se ha hecho de una 29", no seré yo quien abomine de los nuevos "artefactos". Igual se nos ha convertido en un "metrosexuá" de la bici. Y es que todo lo que se critica cae encima.