Hoy hemos estrenado otoño con una ruta clásica por los montes. Edmundo proponía un trazado circular comenzando en La Palmosa, con subida al Montero, y recorriendo un tramo novedoso hasta Patrite.
Dos días antes nos habíamos enterado del desafortunado accidente en bici de un compañero que posiblemente participaría en la ruta. Así que en más de una ocasión se nos venía a la cabeza el contratiempo. Francisco, un ciclista de Alcalá que pedaleó un rato junto a nosotros, nos comentó que la variante no la podríamos hacer por tratarse de un camino particular con mucha vigilancia. Pero nos explicó otra opción más factible, aunque también privada. Y eso hicimos. Luego, un pequeño tramo de carretera hasta Alcalá y de allí a La Palmosa. Total, más de 80 kilómetros.
Tomando la cerveza de rigor, nos comunican que otro compañero se ha accidentado con la bici esta misma mañana y también por carretera. De nuevo otro mazazo. De forma que, de vuelta en el coche, no paramos de hablar del tema. Lo primero es la condolencia y solidaridad con los afectados, probablemente porque nos ponemos en su piel. ¿Quién no ha sentido en alguna ocasión la crudeza de una caída? Después, cuando hemos conocido un reciente percance, somos más cautos durante un tiempo, hasta que volvemos a coger confianza. Y vuelta a la adrenalina. ¿Dónde está el límite del riesgo? Cada uno se marca el suyo propio en función de muchos factores. Todos conocemos los peligros, que pueden ser muy altos, pero no por eso dejamos de practicar ciclismo. Cada cual disfruta la bici de una manera y no por eso es ni más ni menos válido. La teoría económica señala que lo conveniente es adoptar decisiones, pero gestionando el riesgo. Esa gestión se puede dividir en cinco fases: