Los piques, las carreras, el cachondeito sano... Poner a prueba a los compañeros. Ver hasta dónde llegan, o hasta dónde llego yo ("La media es la media"). Igualmente el coloquio del final ("Os he sacado tres minutos", "¡Qué pasonazo te dí en la cuesta...!", "Tú has llegado antes porque me he quedado esperando a los de atrás, que si no...") Sobre todo resulta divertido cuando se va cogiendo un buen punto de forma. Porque aunque cueste, sabes que los demás van igual o peor. La competitividad siempre está presente. Uno contínuamente está intentando mejorar y luego comparándose, aunque sea consigo mismo. De ahí las series, el rodillo, los que entrenan con la bici de carretera. También resulta divertido cuando se marcha con soltura por un camino que nos ofrece seguridad. La confianza que eso proporciona te hace recrearte más con una conducción rápida.
Todo eso resulta divertido. Pero me gusta más rutear. Descubrir caminos nuevos y compartirlos.
Y hoy ha sido uno de esos días de bicicleta y carriles, en los que lo importante no era llegar antes, sino disfrutar del recorrido. En un primer momento pensé que sólo iríamos tres o cuatro. Sin embargo, entre lo novedoso de una parte de la ruta y la difusión que algún compañero le dio por whatsapp, al final nos juntamos diecinueve: la mayoría de nuestro grupo o amigos, pero también otros a quienes no conocía de nada. Uno se volvió en La Suara.
Hasta Gigonza era itinerario conocido y a partir de ahí llegaba el tramo inédito (una alternativa a la clásica Cruz del Valle) hasta la torre de Lascuta, en la Mesa del Esparragal. La ruta era larga (más de 100 k. entre ida y vuelta por el mismo sitio), por lo que el ritmo no iba a ser rápido. El perfil, muy llano y sencillo. Había cuestas pero cómodas. Ninguna dura. Si acaso la subida hasta la torre, que se hacía sin dificultad. Por el camino se nos iban ocurriendo posibles variantes, que dejaremos para más adelante. Sólo hubo un pinchazo. Y quizás faltara agua para los que no tuvieron la previsión suficiente. Uno de los nuevos iba con ropa de invierno (hasta guantes cerrados) y a la vuelta venía todo el tiempo diciendo: "Ojú, qué calor". Normal.
Y lo mejor, el día. Si hubiera pretendido una jornada perfecta en lo metereológico, hoy ha sido. Temperatura ideal, nada de viento, ni a favor ni en contra, tanto a la ida como a la vuelta. Y rodeados de verde por todos lados. Inmejorable para pedalear. Me acordé en más de una ocasión de los compañeros que no quisieron acompañarnos, pero que iban a salir media hora más tarde que nosotros. Lamento que no vinieran, porque la ruta lo merecía.
(Fotos de Manolo Merca)
(Fotos de Manolo Merca)
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