25 de septiembre de 2014

EL MUNDO EN MIS MANOS

Si yo tuviera el mundo en mis manos,
no te veas la que iba a liar con el mundo yo en mis manos...  (Chirigota Los Yesterday. 1999)
Hace unos años quedábamos de un día para otro. Para cambiar la hora se avisaba con tiempo de antelación e iba corriendo de boca en boca.
En la actualidad con un clic se hace extensiva una quedada para unas horas después, sabiendo con seguridad que el aviso llegará a un elevado número de personas. Sobre la marcha cada uno puede proponer las sugerencias o inconvenientes que vea, de manera que se consigue un consenso sin que sea necesaria la presencia física de ninguno.
La metereología se veía en los telediarios y cuando cada cual se acercaba al lugar de salida lo hacía calculando de dónde soplaba el viento. La previsión se realizaba mirando al cielo, las veletas y viendo la inclinación de las ramas  de los árboles. Ahora en lugar de mojarse el dedo y levantarlo al aire, se pasa por la pantalla del móvil hasta encontrar la dirección exacta del viento, la fuerza con que soplará, la cantidad de lluvia que caerá en una hora y lugar determinados o la temperatura que hará justamente al pasar por Romanina. Lo que no hemos conseguido aún es conocer el estado de los caminos al momento para saber si el tractor los ha roturado, han conectado los aspersores o la cancela cerrada impide el paso ese día. Pero todo llegará.
Cuando un compañero se extraviaba por el camino sólo cabía retroceder para buscarlo. Si había suerte y tino, lo encontrábamos. Si no, pues en Jerez nos veríamos o... hasta la próxima salida. Hoy por hoy y con el uso de móviles cualquier retraso se solventa de inmediato. Muy pronto, con algún sistema social integrado vía satélite, sabremos en qué lugar se encuentra exactamente cualquier compañero, a qué distancia está o cuanto tardará en unirse al grupo. Algo así como las pizarras de las motos de la Vuelta: Pelotón a 1' 15". Escapados a 2' 33". En la próxima intersección continúe de frente.
Recuerdo cómo cualquier percance o accidente había que solventarlos sobre la marcha. Si se trataba de alguna avería rara se solucionaba con una buena dosis de imaginación. Y si el accidente era grave había que llegar hasta algún lugar habitado para hacer el traslado en vehículo o llamar a los servicios sanitarios. Actualmente y mediante telefonía, tanto el aviso como la asistencia son inmediatos, y la evacuación se produce prácticamente en el mismísimo lugar de la incidencia.
Para obtener una imagen de recuerdo de las salidas en bicicleta había que conformarse con la pose del inicio o cargar con la cámara en la mochila. Las digitales, de reducido tamaño, dieron el primer salto a la grabación de imágenes en ruta. Más adelante los teléfonos móviles con potentes ópticas incorporadas, así como el crecimiento de las redes sociales le dieron un fuerte impulso a la difusión de ésta y otras actividades similares. ¡Y qué decir de las cámaras de video de alta definición acopladas a la bicicleta o en la propia indumentaria! Ahora las imágenes del recorrido se pueden compartir y recibir de inmediato, al mismo tiempo que se están grabando.
Recuerdo con nostalgia la expectación de entrar por cualquier camino nuevo, desconocido, con la incertidumbre de no saber si tendría salida, o qué dificultades encontraríamos, pero con la ilusión de ir descubriendo ese lugar. Desde hace poco, con el gepeese del móvil activado, no cabe la menor duda de qué dirección es la acertada. Luego, al llegar a casa, te proporciona el trazado del recorrido, el perfil, la distancia, la media y otros muchos datos de interés.
Antes, cuando subía la Moronta, se me iban congestionando las piernas a cada pedalada, y cuando por fin llegaba arriba se me agolpaba todo el esfuerzo del corazón, las pulsaciones se disparataban y empezaba a chorrear sudor por la frente. Comprendía que había subido demasiado rápido o estaba en una forma física deplorable. Ahora, con el cardiofrecuencímetro, el indicador de cadencia y el potenciómetro, es posible regular metro a metro el esfuerzo, controlando la temperatura, la altitud, el desnivel, lo que se lleva recorrido, lo que queda, la deuda de oxígeno, el consumo y las reservas energéticas. La pantalla, el pinganillo o unos pitidos van informando detalladamente de todos esos parámetros (si no, que le pregunten a Froome), indicando si se cumple el plan de trabajo establecido, proponiendo correcciones sobre la marcha y, en función del gasto calórico realizado, estableciendo un reajuste del ejercicio e incluso una propuesta de régimen alimenticio consiguiente. 
Ya, con los nuevos rodillos para entrenamiento individualizado y habiendo grabado previamente determinado recorrido elegido, podremos recorrer virtualmente cualquiera de los caminos habituales sin salir de casa. Nos pondremos el ventilador orientado según la dirección del viento de ese día y encenderemos frente a nostros la pantalla del ordenador. Con el guasap interactivo conectado en modo altavoz iremos escuchando los comentarios de los demás compañeros como si marcharan a nuestro lado. Y a rodar.
Un compañero me decía hace poco que con una sencilla aplicación del móvil podía conocer su tensión arterial sin necesidad de recurrir al esfigmomanómetro. No es extraño ver algunos ciclistas rodando con auriculares mientras oyen el hilo musical o la más dura versión de Highway Star. Control remoto de dispositivos, compras y ventas, operaciones bancarias, reservas en establecimientos, solicitudes, consultas, etc... Una infinidad de utilidades. Por eso se hace más necesario llevar en el maillot un móvil que una multiherramienta. Pero todo no iban a ser ventajas. A cambio hemos perdido en otros aspectos. Hay más paradas para consultar el móvil que para orinar. Más personas preocupadas en leer y escribir mensajes que comentando la jornada. Se han sustituido la prensa y la literatura por el Facebook, el cine por Youtube, un concierto por un archivo en mp3 y una buena conferencia por el último chiste de moda en la red. Pero todo eso resulta virtual. Estos medios nos lo están poniendo tan fácil que perdemos los mecanismos que antes nos obligaban a observar, a buscar soluciones, a decidir, a pensar. La imaginación ya no es necesaria, la originalidad es un derroche. Nos invade lo insustancial, nos venden la inutilidad y perdemos lo auténtico. Cada vez son más las aplicaciones de las que podemos disponer en un dispositivo móvil. Pero ¿hasta qué punto son realmente necesarias o útiles? Y ¿no estaremos elevando lo que son simplemente medios para conseguir determinados fines al nivel de fines en sí mismos? La cuestión está es discernir qué uso se hace de las tecnologías, hasta dónde llegar o cuándo detenerse.

1 comentario:

  1. Es el eterno debate entre el uso y el abuso de algo, en este caso de las nuevas tecnologías. O el de la información y la formación. De la primera estamos saturados por los "cacharros dichosos"; de la segunda, al faltar el componente social o humano de la transmisión de esa información, estamos más faltitos.
    Menos mal que estudios recientes demuestran un peor resultado de los chavales que están enganchados a la pantalla táctil en matemáticas y lectura. Aunque los pedidos de ahora ya de los nuevos Iphone 6 están batiendo récords. O sea, que paciencia, porque esta moda amenaza con haber llegado para quedarse.

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