He hecho rutas tan bonitas o más que la de hoy, pero, lo reconozco, por Los Alcornocales tengo debilidad. Adentrarme por bosques de alcornoques y quejigos, por pinares bien conservados (como este de Benazainilla), transitar caminos entre brezales y helechos o remontar y bajar cuestas por herrizas supone un goce para mis sentidos. Y eso en mi tierra, en mi provincia, a mi alcance.
Recorrer pistas, senderos y trochas casi con total libertad dentro del parque es un privilegio del que todavía no somos plenamente conscientes. Sin tasas, sin horarios establecidos, sin limitaciones de visitas, sin controles apenas, son enormes las posibilidades de ir uniendo un carril con otro, una pista con un sendero, el bosque más umbrío con amplios cortafuegos. Todavía es posible atravesar arboledas de monte público y fincas privadas. Basta con no hacer el vándalo, ser respetuosos y educados: educados con quien nos vayamos cruzando y respetuosos con el entorno. Pero esto ha empezado a cambiar. La administración pública ya se ha percatado de la gran riqueza y potencialidad de estos espacios, pero del mismo modo van entendiendo la gran responsabilidad que eso supone. Y por otro lado los propietarios particulares están comenzando a restringir aquello que hasta hace poco algunos consentían. Quizás porque cada vez hay más salvaje suelto, por proteger los recursos cinegéticos (¿proteger?) o por pura avaricia forestal (quieren privarnos de gozar de los magníficos rincones que vamos encontrando tras cada curva, o sea, privatizar el paisaje. Pero nada de eso se van a llevar). Lo cierto es que cada vez están colocando alambradas y cancelas más altas, malpagando a perros guardianes o instalando teledeteccion. Y están en su derecho, por mucho que me pese. Por eso tenemos que aprovechar y disfrutar mientras el cuerpo aguante y el monte sea accesible.
La ruta que hemos hecho en esta ocasión era de ida y vuelta por el mismo lugar, no circular, para evitar la carretera, lo cual sirve para apreciar con toda exactitud el recorrido, porque lo mismo que se baja se sube y a la inversa. Algunos tramos eran ya conocidos, pero por otros era la primera vez que pasábamos, así que era importante llevar el apoyo técnico del GPS. E igual de interesante, la posibilidad de enlazar futuros recorridos por la zona. Ha tenido un poco de todo, subidas, bajadas, trialeras, etc. Eso sí, nada imposible. Algunos tramos dificultosos, algún pie a tierra, algún resbalón y poco más. Ningún accidente, ninguna avería, ni tan siquiera pinchazos.
En la salida nos reuníamos doce. Alguien comentó que deberíamos desayunar en El Bosque o Ubrique por si la venta del Mojón estuviera cerrada. Así lo hicimos e hicimos bien, porque los molletes y las rebanadas de Julián estaban riquísimos y porque finalmente la venta de partida estaba cerrada. Al llegar a la Víbora nos estaba esperando Fernando, que venía directamente de Villaluenga, confiando en desayunar allí junto a nosotros, por lo que las energías las tuvo que obtener a base de barritas y plátano. Así que finalmente trece nos pusimos en marcha por veredas entre el Mojón y la pista del Berrueco. El sendero estaba muy fragmentado por las lluvias de los últimos años, de manera que, entre piedras, raíces, surcos y que íbamos cuesta arriba, era complicado pasar montados. Por la pista del Berrueco se podía ya transitar más cómodamente. Pronto alcanzamos la Calderona, la Carrera del Caballo y el desvío por el GR7 de Ubrique a Jimena. Algunos charcos, que no hacían necesario desmontar, algunas subidas muy suaves y bajadas cómodas. Así hasta llegar a Venta Marín. Por aquí encontraríamos el tramo más dificultoso del recorrido: porque el sendero por momentos era muy angosto y lleno de piedras, con algún estrechón y alguna zanja peligrosa. Pero eran escasos trescientos metros. Un grupo de los que circulaba por delante pasó de largo el desvío del GR, continuando por una pista más amplia... ¡pero de fuerte pendiente descendente! Así que, cuando se dieron cuenta, tuvieron que regresar subiendo unas cuestas considerables. Luego abandonaríamos el GR, continuando por un cortafuegos que estaba en mejores condiciones que algunos caminos, hasta enlazar con otra pista de bajada, muy pedregosa y con surcos. Por aquí empezó a soplar viento, más que fuerte, fresco. En la caseta forestal de los Altos del Panerón paramos para comer un poco, reanudando la marcha con siete kilómetros de bajada por el pinar de Benazainilla, por buen camino, hasta llegar al mirador de Las Asomadillas.
Tras las fotos de rigor y por la hora que era decidimos regresar sin llegar a Jimena, para lo que nos quedaban escasos tres kilómetros. La subida era larga pero suave y en la caseta forestal volvimos a parar a comer otro poco. De vuelta ahora se sentía más frío que a la ida. Poco antes de llegar de nuevo al cortafuegos subiríamos las fuertes pendientes pedregosas, donde era difícil mantenerse montados. Hubo algunos que lo consiguieron desde abajo y del tirón. Y dejando atrás la Venta de Marín, el terreno era de ligeras subidas y bajadas por pistas cómodas. Finalmente y para no retrasarnos más, llegando junto al peñón del Berrueco optamos por bajar por carretera hasta los coches. Algunos se fueron para casa. Otros compartieron con los demás su comida y bebida (¡Palo Cortado Very Old Medium, queso y jamón de categoría, chorizo y salchichón! ¡Qué nivel! Aunque alguno se aferró fieramente a un paquete de patatas fritas... Y otros fichaban a los del ágape para próximas ediciones). Algunos nos quedamos a comer en la venta, donde nos prepararon una mesa junto a la chimenea y con el apetito ya bien abierto dimos cuenta de unos estupendos churrascos con huevo y filetes de lomo de venado.
Un día inolvidable de Alcornocales en estado puro, con frío de invierno, pero no para reventar, y en el que afortunadamente no estaba invitada la niebla, que nos habría privado de una vistas apasionantes. Tomás hubiera superado allí sus problemillas visuales (no todo va a ser ver repetido hasta la saciedad el 5-0 del Barça al Madrid).
ResponderEliminarUn día en el que el alma sensible y espíritu cultivado de Angelmari se dio un pedazo de homenaje de naturaleza en su mejor expresión. Y no fue el único.
Un día en el que el afán de alguno por vigilar las ruedas cercanas de otros le privó de ver la Venta Marín, o lo que de ella queda. Junto con lo de las compuertas de la Algaida ya van dos.
Un día en el que un culé, culé tenía que ser, nos reveló a qué correspondían las tan frecuentes señales “GR” de las tablillas: “Gran Riki”. No podían tener otro significado, en clara alusión a otro de los ilustres ausentes.
Un día en el que el GPS de uno se reveló como una coqueta cajita de cremas. Otra utilidad no le vimos, la verdad. Hasta en alguna ocasión quiso desafiar a la buena memoria del Guen Primero Seguro de hoy, Angelmari.
Un día en el que el Mirador de las Asomadillas se convirtió en una latita de conserva. Nunca hubo tanto ciclista por metro, perdón, centímetro cuadrado, como en esta ocasión. Se comprende que allí el viento fresco arreciaba.
Un día en el que Jimena nunca estuvo tan cerca ni tan lejos.
Un día en el que nos supo recompensar Joaquín (un Manteka) de haberlo disuadido de “acularse” en Jimena ofreciéndonos una copita (de cristal, por supuesto) de Palo cortao al final, cuyo mejor complemento no podía ser otro que el del queso curao que José Manuel (otro Manteka) tan celosamente guarda para las grandes ocasiones, y ésta lo era como la que más.
Un día en el que por fin, y ya era hora, pudimos descubrir que Superluis es mortal, y como tal, cogió una “pájara” que le obligó a comer luego como un “descosío” (es el que trincó la bolsa de patatas de José Manuel como si fuera su regalo de reyes soñado).
Un día en el que Francis se reservó mucho en la ida, para apretar en los últimos kilómetros. Bueno, eso no es novedad. Dice que no es como se empieza, sino como se termina… y es de lo que más tarde se habla (¿).
Un día en el que un hijo saltimbanqui se acordó de su padre en las cuestas últimas y hasta lo acompañó en el final de la ruta, no sé si haciendo ejercicio de un grande e inesperado amor filial-paterno, o por asegurarse de poder contar con quien tirara de la tarjeta de crédito para echar gasolina al coche en la vuelta.
Un día en el que nunca un camino de vuelta sobre los pasos del de la ida fue tan entretenido; y es que por una vez lo bueno, si largo y repetido, dos veces bueno.
Fenomenal ruta para ponerle colofon a este 2014 que termina y que nos deja un gran sabor de boca pensando en las venideras del 2015.....Enhorabuena Angel por este pedazo de ruta y ve poniendole fecha ya a la proxima.
ResponderEliminarMe da envidia sana, veo en las fotos muy buen día pero con frio, hoy hacia -2ºC pero hemos hecho 60 km con algunas subiditas, muchos recuerdos para todos
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