19 de septiembre de 2015

CRÓNICA EN ROSA* (POR EL CORAZÓN DEL PARQUE)

* En rosa, como rosa era la línea del GPS (Global Pochichionin Chistem) que indicaba el camino que debíamos seguir.
La mañana comenzaba bien. Todos los que habían confirmado sus asistencia iban llegando puntualmente. Y sólo insinuar el nombre de La Palmosa hizo segregar saliva a más de uno imaginándo las olas de manteca colorá y zurrapa de lomo sobre los deliciosos molletes o las enormes rebanás.
En La Peguera el tiempo nos recibió y se puso a nuestra disposición según para dónde fuéramos. Le dimos los guaipoints y se comprometió a refrescarnos y ayudarnos en los tramos más altos.
Nos pusimos en marcha tras las fotos de rigor comenzando a recorrer las plácidas curvas hasta el puerto del Membrillo. El pelotón entomológico rodaba en el más absoluto silencio procurando oir el aleteo de las últimas mariposas nocturnas. Y a nada que uno respirara más fuerte de lo normal Francis lo mandaba callar para percibir con total nitidez el zumbido de las libélulas más madrugadoras. Félix fue el primero en descubrir un ejemplar desorientado al que ayudó a encontrar su rumbo perdido, marcándole el camino mediante una simple pulsación del cuello .
Así fuimos avanzando tras los serpenteantes caminos del Pto. de la Alcoba, sobre una fina alfombra de arena asentada y bajo la protección de los enormes quejigos que susurraban a nuestro paso en señal de hospitalidad. Algunos compañeros se iban turnando, abriendo y cerrando cancelas, para que los demás no tuviéramos que detener nuestro apacible pedaleo. En Arnao una manada de vacas nos hicieron el pasillo como si de los mejores escaladores de la Vuelta se tratara  y sus grandes ojos abiertos de admiración hicieron que alguno se hinchara de orgullo bajo la garganta.
Continuábamos disfrutando de la observación entomológica, tan abundante que a veces hasta rozaban nuestra piel, lo que producía en quien lo experimentaba una fusión con la naturaleza, una punzada mística rayando en éxtasis, no pudiendo reprimir a veces un ahogado grito de emoción. Y así llegamo hasta la casa de los Gavilanes.
Por los montes de Jimena el tiempo, como nos prometió, nos refrescaba de frente, para aliviarnos el sudor de la cara y hacernos más fácil el camino. Alcanzamos la Torreta, por las Lomas de Cámara, y allí un aficionado nos esperaba con la furgoneta llena de alimento, pero todavía no era hora del avituallamiento. Comenzamos una rápida bajada por asfalto hasta desviarnos después de unos 2,5 k.a la derecha para entrar de nuevo en pistas. Allí, al resguardo de unas rocas, sí estaba situado el avituallamiento. Otro aficionado nos abrió la barrera para que no tuviéramos ni que molestarnos. Tomás, Manolo, Fernando y yo, sacrificando nuestra merecida parada de descanso, decidimos tirar para abajo, para reconocer el terreno, eliminar obstáculos y avisar a los demás compañeros de posibles desvíos. Así fue durante la primera parte de la bajada. En la segunda, más larga y pendiente, fueron ellos los que adoptaron la misma estrategia, esperándonos un poco más allá de abajo del todo, donde vieron los primeros cruces de camino, para que no nos perdiéramos. Cuando comenzamos a subir comprobamos que habíamos llegado al auténtico paraíso entomológico. Cientos de ejemplares sobrevolaban acompañándonos con su leve arrullo, mostrándonos su estilizada silueta y sus piruetas en vuelo. Tan intenso interés mostraban que todos en más de una ocasión las invitamos a compartir alimento e hidratación. Con tanto intercambio de alimento Manolo echaba de menos no haber impregnado un poco más la rebaná de la mañana.
Ensimismados con tal fascinación estábamos cuando de repente nos cruzamos con un enorme venado macho en celo que debía estar protegiendo su harén cercano, junto con otro vareto más recatado. El macho viejo estuvo durante unos minutos berreando delante nuestra, mostrándonos sus defensas y atemorizándonos con amagos y embestidas, como para alejarnos de aquel lugar. Pero el tono tranquilizador de algunos y sobre todo el plante del grupo, que no estaba dispuesto a recular ni un centímetro, unido a la templanza del vareto (porque con las hormonas del macho tan revolucionadas en otoño no se puede pensar con moderación), los decidieron a seguir por su camino, dejándonos expedito el paso, no sin antes, eso sí, reconocerle como el Nicolás II del bosque y disculpándonos por haber sido los causantes de interrumpir su coitus interruptus. Tal conmoción produjo en nosotros el incidente, que un poco más adelante perdimos el rumbo, y con las piernas aún temblorosas de la impresión Joaquín decidió caerse antes que bajarse. Total, iba a ser más rápido lo uno que lo otro. Los demás, por solidaridad, también echamos pie a tierra, para allanarle el terreno al compañero.
Recolocados en el buen camino llegamos hasta un cambio de ladera (más que de vertiente) donde encontramos una alta malla cinegética adaptada para transeúntes y ciclistas abnegados. Esta vez la abnegación correspondió a Sergio, quien, posado como tórtola meinata (según sus propias palabras) en el más alto de los alambres, fue pasando una a una todas las bicletas con el cuidado y mimo con el que un padre acomoda a su hija en la cuna. Y una vez pasadas las criaturas debían pasar los criatores, lo que se convirtió en un espectáculo casi circense para ver quiénes eran más hábiles o torpes sobre la alambrada, con especial interés en la figura de Francis, que ya había demostrado en ocasiones anteriores su pericia sobre la cuerda floja.
Pronto llegamos junto a la desviación de la casa de San José de Buenas Noches. Como le comentamos al tiempo que íbamos con un poco de retraso se puso a ayudarnos, con una manita en la espalda. Y en la cancela de la caseta del Padrón otra vez san Sergio Transportador estaba esperándonos para ayudarnos con las monturas. Desde allí  rapidísimo descenso hasta el coche recordando las intensas emociones vividas durante la ruta y soñando con una cerveza fresca en la venta más próxima.

Mañana: CRÓNICA EN AZUL (como azul era la línea del GPS que indicaba el camino que realmente íbamos tomando).

1 comentario:

  1. Completísima crónica, hasta ahora, Ángel. No le falta detalle, salvo lo que causó sensación durante todo el día, de lo que Juan Jiménez no se pudo reprimir de obtener un primerísimo primer plano fotográfico en La Palmosa, y que fueron los calcetines con los que osó presentarse a tan sañalada ruta Tomás. Unos calcetines por los que yo retiraría la palabra a perpetuidad a quien me los hubiera regalado. Unos calcetines que cuestionan el respeto al decoro que este grupo (o lo que sea) merece. Unos calcetines fashion más propios de metrosexual que de un serio aspirante, como lo es el maño, a ser otro "Señor de Cuenca". Unos calcetines para exhibir más bien en el Día del Orgullo Gay o en el plató de "Sálvame de Luxe". Unos calcetines más propios de regalo de Rajoy por la boda de Maroto.Unos calcetines, en definitiva, entre fucsia y rosa y que pretendían disimular su "discreción" haciendo un forzado (y no logrado) juego con alguna parte del resto de la indumentaria bikera. Por mi parte, ante otra exhibición de dudoso buen gusto como ésta, hago lo que Crespo.

    Otro detalle que nos acompañó durante todo el día, pero en sentido negativo, fue el de las moscas ("moscas caballo", tábanos, o como se llamen), que más bien parecerían una extraña y fatídica mutación de los tan temidos mosquitos tigre. Son moscas (o demonios) que exhiben una sorprendente adaptación biológica porque surgen desde todas partes. Moscas prodigios de la evolución natural: pican casi antes de posarse, en ná te sacan la sangre, te persiguen y acribillan por mucho que corras, suelen atacar en grupos, hay que exterminarlas a cañonazos, muerden más que pican y son más "pesás"... que las moscas. Imagino lo que puede llegar a ser una muerte a picotazos. Y si no, que se lo pregunten a Francis, que estuvo a punto de bajarse en marcha de la ruta varias veces; solo el miedo a toparse de nuevo con las embestiddas del venao en celo le hizo, tal vez, aguantarse... "el mosqueo".

    Mientras esperamos impacientes a la CRÓNICA AZUL de Ángel, ruego a Manolomerca que se haga de un GPS como dios manda y que jubile ya a lo que más bien parece una "cajita de cremas".

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