Hoy el encargo de la ruta recaía sobre Joaquín. Y bien que
aprovechó la confianza en él depositada porque
nos ha llevado por uno de esos sitios que
lamentamos no frecuentar más, dada su proximidad (media horita de coche)
y gran belleza de los parajes naturales.
Salimos desde el Mesón La Molinera. Recorrimos la zona de El
Santiscal próximo al lago y cruzamos la presa para desviarnos luego hacia
Torongil. Desde ahí, por unos senderos y trialeras llegamos a lo más alto de la
crestería de la Sierra para bajar luego por un sendero vertiginoso, que haría las delicias de los más osados, a la orilla del embalse
de Bornos. Desde allí, un perdido sendero, que resultó de lo mejor de la jornada y en el que pudimos comprobar que en esta
tierra de María Santísima cualquier sitio es bueno para una capillita, nos
llevaría al pueblo por Los Sauces.
Luego de pedalear por el perímetro
del lago, cruzamos hacia el Coto de Bornos, primero, y hacia el tarajal de la
cola del embalse, después, para alcanzar Villamartín por el antiguo puente de hierro.
Llegamos al ratito a otro punto mágico: el Domen de Alberite (6.000 años de historia en gran parte por desenterrar) digno de visitarse, pero cuando esté abierto al público, claro, cosa que no ocurrió hoy. Allí un par barritas y otro de buches nos darían fuerza para emprender un regreso, que hubiéramos firmado tan atractivo como la ida.
Más adelante, el paso por un cortijo celosamente guardado
por un perro furioso nos hizo correr al comprobar que
el bicharraco no estaba amarrado y que la puerta estaba abierta. Ahí mejoramos la media.
Luego pasamos por las puertas de las bodegas de Regantío
Viejo y de la Huerta de Albalá, donde los viñedos están dejando paso de forma implacable a los
olivos. Y poco más allá nos desviamos por un carril en
subida, que nos hizo sudar el maillot, y que luego pasaría por unas parcelitas salpicadas de abundantes
árboles frutales y más perros guardianes. Tras una oportuna consulta a un lugareño, que nos indicaba unas banderas que no acababan de aparecer hasta pasado un buen trecho, bajamos por Los Barrancos, donde
Joaquín lo dio todo (se le da mejor que las subidas) para llegar a El Santiscal, tras 52 km. y al Mesón de la Molinera después. Allí nos ganamos una
merecida cerveza a orillas del Lago de Arcos (¡ahí es na!).
Se trata de una ruta
muy variada, accesible para todos y, para mi
gusto, completable con la subida desde Bornos a Carissa Aurelia (yacimiento arqueológico próximo a Espera) para tener otra perspectiva de
toda una comarca “mu xula” y llamarla "Ruta de la Arqueología" (y no me refiero a la ya avanzada edad de los miembros de esta cuadrilla)
Dejar un poco de lado el sueño de la temprana hora de la mañana y apartar un tanto la comodidad de comenzar ruta en el mismo Jerez, ofrece la posibilidad de ampliar el repertorio de caminos conocidos. Es lo que viene ocurriendo estos días. No más de media hora de coche nos resta unos pocos kilómetros de bici, pero a cambio nos brinda una rica diversidad de horizontes, porque el territorio que proporciona ese ampliado radio de acción es exponencialmente más extenso.
ResponderEliminarTanto la salida anterior por la costa como ésta y otras por el interior han supuesto un regalo para los sentidos. Siempre existe goce en el tránsito de senderos desconocidos. Más aún cuando los paisajes son tan sugestivos como los márgenes del Majaceite, los acantilados de Roche o los peñascales del embalse de Bornos. Y si la climatología además acompaña, ¿qué más se puede pedir?
Otro año más el espíritu mañanero veraniego está cumpliendo las pretensiones de aumentar el mapa de derroteros para la bici. Que dure.