Durante las navidades de 1997, al entrar en una tienda de bicis vi un
cartel que anunciaba los 101 de Ronda. Pregunté y me dieron un folleto
con la incripción: 101 Kms. en 24 Horas.
Estuve dándole vueltas a la cabeza,
valorando las dificultades y posibilidades, pero con el "gusanillo"
dentro. Nunca había hecho 100 kms. seguidos, y ésta podía ser una buena
ocasión. ¿Por qué no? Iba a ser mi primera participación en los 101.
Desde el momento que decidí enviar la inscripción comencé a organizarme
para poder participar en lo que suponía un nuevo reto: superar la
barrera de los 100 kilómetros. Se hacía necesario tener la bici a
punto, decidir qué herramientas llevaría, la ropa que me pondría, cómo
solucionar el tema del agua, etc. Pero sobre todo, la progresión en el
entrenamiento, que iba a resultar imprescindible. Con el grupo hacía
salidas cortas (entre 35 y 45 kms.) entre semana, y alguna más larga
(entre 60 y 70) los sábados. Llegar a los 100 iba a suponer un esfuerzo
añadido. Tendría que salir solo, salir antes o continuar pedaleando
cuando los demás terminaban y se quedaban a tomar la cerveza. Tendría
que hacer entrenamiento específico de cuestas por esta zona, donde la
más larga sólo tiene 800 m. Tendria que ir acostumbrándome a estar
varias horas seguidas sobre la bici. En fin, una una mezcla de
circunstancias para conseguir una meta. Lo de la ropa, las herramientas o
la bici resultaba más superfluo. Lo que necesitaba ahora más dedicación
era el entrenamiento. Y eso hice: planifiqué el tiempo que me quedaba
hasta el día de la prueba, calculé los kilómetros con los que debería
llegar, y organicé el plan de entrenamiento. Puse en práctica todo los
mecanismos que podía adoptar: entre semana salía antes, de manera que
cuando me encontraba con el grupo ya llevaba 15 o 20 k. Durante el
recorrido procuraba no bajarme de la bici: en las paradas continuaba
montado o iba y venía a buscar a los rezagados. Cuando llegábamos a
Jerez, y dependiendo de la luz que quedara, continuaba rodando para
hacer 8 o 10 k. más. En algunas ocasiones me iba solo a hecer tiradas
largas. Y para el entenamiento de cuestas me iba a hacer series a las
que conocía y estaban cerca, además de acercarme al Valle para subir la
Cruz, o a la sierra, para hacer lo mismo desde Zahara a Las Palomas.
No conocía a nadie de aquí que fuera a hacer la prueba y poco tiempo
antes de la carrera me enteré de que también iban Julio y alguno más de
carretera. Nos pusimos en contacto y salimos algunos días a hacer
tiradas largas. Me ofreció irnos juntos, pues él llevaría también a sus
dos hermanos: Antonio y Juan Ramón.

Después de comer, recogimos diplomas y regalos, y de vuelta para casa. En el coche, más calambres, las anécdotas de la jornada y el común comentario de que "una y no más". Ya habíamos probado este jarabe y no nos quedaban ganas de repetir... Pero todavía no había hecho efecto el veneno... Justo una semana después, quien más y quien menos ya estaba planificando el entrenamiento para la siguiente temporada y esperando (para sus adentros) la inscripción de la V edición.