15 de febrero de 2012

PÁJARA, PAJARITA Y PAJARÓN

En el deporte la palabra pájara se identifica con un "bajón físico súbito que impide al corredor mantener el ritmo de la carrera". Son muchas las ocasiones en que he sufrido una pájara, por lo que cuento con experiencia para reconocer cuando llega el bajón físico y cuáles son sus síntomas y sus consecuencias.
Cuando empezaba a montar en bici sólo lo hacía una vez por semana, normalmente los sábados. Las salidas eran cortas (para lo que hacemos ahora), pero muy divertidas. Después, algunos de los que habíamos estado pedaleando, quedábamos para cenar juntos con nuestras parejas. Como la ruta había sido corta no daba tiempo prácticamente a que llegara la pájara. Pero luego me entraba un hambre atroz y una sed terrible. Un día, de regreso para Jerez y sin motivo aparente, empecé a pensar en comida. No se me quitaba de la cabeza lo que había en el frigorífico y qué me iba a comer cuando llegara. Me iba retrasando del grupo, pero no podía parar de pensar qué me comería en ese momento. Iba por la carretera de Rajamancera hacia La Ina y noté que cada vez tenía menos fuerza. Podía continuar pedaleando, pero al mínimo, en la reserva. Dos compañeros se quedaron a esperarme, pero al momento se alejaban de nuevo y no conseguía enganchar. Y mucha hambre. Me desesperaba no la distancia que me quedaba hasta Jerez, sino el tiempo que iba a pasar hasta poder llevarme algo al estómago. Fui consciente de que era mi primera pájara.
En muchas ocasiones ocurre que nos ponemos a hablar de comidas (de tapas, de ventas, de barbacoas), sobre todo al regreso. Pero ya reconoces esos síntomas y, hasta cierto punto, los controlas. Normalmente (no siempre) a los veteranos no les da. La ven venir y antes de que llegue ya están comiéndose un caramelo, una barrita o algo de fruta. Éstas pajaritas son las más frecuentes, pero no son graves porque el bajón apenas es perceptible. Eso sí. Cuando llegas a casa le das un buen repaso a la caja de galletas, al frigorífico o a la olla de potaje si se encarta.
En las maratones multitudinarias no es raro observar a muchos participantes sentados, tumbados y hasta despatarrados a los lados del camino por el ingente esfuerzo. Pero notable fue el pajarón que vi una vez. En una ruta muy bonita, después de muchas subidas de todo tipo, a uno de los compañeros le sobrevoló el buitre: el pajarracón. Dijo que se bajaba y no pedaleaba más. Quedaban unos ocho kilómetros para terminar y todo de bajada. Por más que lo intentamos convencer no hubo forma, y se negaba a continuar montado. Le jurábamos y perjurábamos que no tendría que dar pedales, pero nada. Tuvimos que esperarlo en los coches cerca de una hora hasta que llegó, porque pasaba de montarse. La comida fue monumental:un platazo de patatas con huevos y chorizo (esto me está sonando a pájara) que supo a poco, pero que para aquel compañero fue la salvación. Lo cierto es que jamás volvimos a coincidir con él en bici. Quedó "tocao pa los restos".
Ayer la ruta no fue muy distinta de lo habitual. Quizás un poco más seguida. Con menos pausas. Y me resultó gracioso ver que al final, cuando paramos para el cafelito, una de las jóvenes promesas del pelotón (dentro de nada estará dándonos pal pelo) lo primero que hizo nada más sentarse fue meterse un plátano entre pecho y espalda. Y mientras que los demás pedimos un café o colacao hirviendo para calentarnos las manos y las tripas, él se pidió dos aquarius del tirón. Venía seco y no notaba ni el frío. Sólo quería comer y beber. Me imagino que al llegar a casa liquidaría las existencias de la cocina.

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