Como teníamos previsto, el primer día de abril hicimos la
Ruta del Agua de Sevilla. Y suerte tuvimos los muchos que nos juntamos, porque el estreno de la primavera
no pudo ser mejor en lo climatológico.
Tras un desayuno acorde con lo que nos esperaba, aunque
algunos abusaron de las zurrapas untadas en el pan, nos pusimos en marcha
conducidos por un amable grupito de ciclistas guilleneros, dispuestos a
llevarnos por el tramo restringido de la Ruta del Agua, que va cercano a la
presa del Gergal entre pinos, moreros y encinas en la zona conocida por “Las
perreras”, y por la que discurren algunas
trialeras muy propiadas para la práctica de este deporte (... y pegarse "pellejazos").
Ya en el sendero principal llegamos al mirador de “La Solana”
(Solana Recio), cuya visita y fotos son obligados, porque desde allí las vistas
son espectaculares del valle que forma el río Huelva.
Más adelante y aún tras los inesperados guías bajamos a un
senderillo que ha quedado de la antigua vía del tren minero de Cala. Se trata
de un tramo que contrasta con la placidez de la pista que traíamos y que fue un
feliz descubrimiento. Por él llegamos a La Cantina, lugar donde repostamos lo
necesario para afrontar la posterior Cuesta del Toro, que nos llevaría primero
a Lagos del Serrano y luego a El Ronquillo, donde de nuevo hicimos acopio de
las energías imprescindibles en una tiendecilla que también tiene fama de
despachar unos bocadillos “exageraos” de todo tipo de chacinas, ¿verdad, Taquio?.
Saliendo de El Ronquillo bajamos "entacaos" a la Vía Verde del Tren
Minero, donde encontramos a numerosos excursionistas que quisieron disfrutar de la tan deseada primavera paseando sus más variados "palmitos" junto a
la cola del embalse de la Minilla.
Un poco después nos llevamos el chasco del día: el acceso al carril que llevaba a la central hidroeléctrica estaba
cortada por una cancela que recordaba a la de Jurasic Park. ¡Jo!. ¿Y ahora, qué?. A otros ciclistas
les ocurrió igual y no entendemos la medida, porque carece de señalización y ha sido desde hace mucho el
recorrido de vuelta de la Ruta del Agua,
que llevaba a La Cantina de nuevo y
posteriormente al “Scalextric”. Por lo tanto, nos vimos obligados a regresar por carretera
a Las Pajanosas, primero, y luego a Guillena, aunque nos dejamos atrás otro
acceso a La Cantina luego de un centro recreativo
famoso, que nos hubiera permitido alargar un poco una ruta, que mereció un final
menos asfáltico y más bucólico. Lo siento.
Tras un rápido par de cervezas con ensaladilla y papas con bechamel , muchos emprendimos el regreso llegando a buena
hora para presenciar los últimos ensayos de las procesiones, los Besamanos o
Besapiés o lo que corresponda a esta época de Cuaresma que precede a La Pascua
y que, como todos sabéis, es tiempo de conversión de los pecados. De modo que a
la tarea, que luego queremos poder seguir disfrutando de los parajes maravillosos
que nos regala esta sin par Tierra de María Santísima.
Levantarse un sábado a las seis para quedar a las siete da pereza. Pensar en los kilómetros que quedan por delante desanima. Pero la presencia de los amigos a esas horas de la madrugada tonifica el ánimo. Y cuando ya, temprano, voy sobre la bici recorriendo los campos y paisajes “de María Santísima” se pone de manifiesto que ha merecido la pena el madrugón y el desplazamiento.
ResponderEliminarEs sencillamente mágico. Ni el frío de la mañana, ni las rampas, ni las piedras, restan una pizca de fascinación a la mirada: un horizonte con diferentes tonalidades de verde se despliega hasta el fondo del embalse del Gergal y la ribera del Huelva. Curva tras curva vamos adentrándonos en un entorno natural soberbio para ser recorrido en este inicio de primavera, en el momento exacto de luz, color y temperatura. Más adelante nos separamos de la proximidad del agua para transitar las dehesas en todo su esplendor. Otro paisaje no menos bello. El manto intensamente verde salpicado de encinas se va desplegando ante nuestra vista en continuas ondulaciones.
Poco antes de El Ronquillo las dehesas se van tornando en masas forestales más propias de la cercana Sierra de Aracena, con multitud de alcornoques, pinos y eucaliptos. Tras un rápido descenso de varios kilómetros nos incorporamos al río Huelva, junto al embalse de La Minilla, antiguo trazado de ferrocarril por el que discurre una cómoda vía verde, cubierta completamente de vegetación y con el agua de nuevo como compañera.
A continuación debíamos tomar un camino (quizás el más arropado por un arbolado frondoso) paralelo en todo momento al río Huelva, que pasa junto a unas centrales eléctricas y que desemboca en el Cordel de la Cruz de la Mujer. Pero una cancela corta el paso. Y a pesar de haber realizado el último tramo por carretera, no desmerece en absoluto la espectacularidad de toda la ruta: otra para el calendario anual de obligado cumplimiento en estas fechas.
Que así sea.
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