El pasado sábado, 5 de mayo, hicimos la clásica ruta de Los
Caños, llevados por Juan Jiménez.
En esta ocasión, al contrario que tantas otras veces
anteriores, el parte meteorológico amenazaba lluvia, a pesar de lo cual
diecisiete nos arriesgamos a mojarnos y a fe que lo logramos. Por cabezones.
Otros, muertos de risa ellos, decidieron quedarse en cama, que es donde mejor
se está los sábados lluviosos, porque “la cama to lo sana”.
Primero recorrimos el pinar de La Breña con más arenas que
donde las hacen para llegar a la Torre del Tajo. Tras la parada y foto
obligadas, recorrimos el sendero del acantilado que nos llevaría a Barbate,
donde el agua de lluvia quiso convertirse en compañera inseparable, aunque no
invitada.
Llegados al cruce cercano a San Ambrosio, optamos por
emprender la larga subida a Vejer, y ahí empezamos a pagar la factura por
desafiar a una inclemencia meteorológica implacable, de modo que poco después
de pasar por “los ventiladores” decidimos parar, echar mano por una vez de la sensatez y regresar, aunque ya el agua nos salía por las
suelas de los zapatos. Tanta cayó que los caminos se convirtieron en infinidad
de charcos, donde la Espe (Aguirre) debería sentirse la
mar de feliz en medio de todas “sus ranas”.
Una vez en el punto de partida, algunos decidieron, ya que
debían aprovechar el salvoconducto sabatino matrimonial, hacer unos kilómetros
más; otros, al contrario, optamos por volvernos para casa con dos co…, por
aquello de que “si hay que seguir, se sigue; pero seguir pa na y empapados de
agua, pues no”.
Por lo tanto, un paseo bicicletero interruptus, que debe
tener una segunda oportunidad más pronto
que tarde, y con final arrocero, como dios manda y estaba previsto.
Como dices bien Fernando, una retirada a tiempo es una victoria.
ResponderEliminarYa habrá tiempos mejores y lluvias menos frias.¡¡¡