Esta mañana hemos
dado una vueltecita por el cortijo Guerra para salir al Meadero de la Reina
(preludio de lo que sucedería más tarde) para desayunar (¡faltaría
más!) en la Venta El Paquete y regresar por Bolaños. Y todo por hacer posible
que José María se hartara (o quizá no)
de echar fotos y por hacer tiempo para un par de postreras cervezas en La Teja,
donde se come mucho y barato, como en el pueblo, según Joaquín.
Y cuando llegamos a La Teja nos ocurrió lo más sustancioso
del día primero después del día de la Virgen: tropezamos con un nutrido grupo
de féminas en bici. Bikeras, creo, que de inglés tampoco sé nada. Muchas, diversas y variopintas
ellas. De diversos grupos que se citan
para quedadas. Admirable. Unas jóvenes, otras menos (nunca viejas); unas finas,
otras no tanto (nunca gordas); unas feministonas y de la LGTBI,
otras modositas; unas de zumo, otras de macetas de cerveza. Pero
todas ellas embutidas en sus maillots y
culotes paseando su derecho justo e irrenunciable a ser personas libres y amantes del deporte y de la
naturaleza. Eso está bien. Ni antes ni después que los hombres, sino al mismo
tiempo que ellos.
No obstante, es obvio que no somos iguales, ni
falta que hace. En la diversidad está la
virtud, que podría haber dicho Aristóteles, por ejemplo. Y prueba de ello es
que de inmediato surgió la respuesta del primer machirulo que corrió a hacerse
una foto con todas ellas. Saltó al
ruedo Juan Lozano, haciendo de macho alfa para disfrute de ellas
y envidia de ellos y t entando la suerte de que su mujer se entere.
Luego, en justa correspondencia, varias de ellas, las más
lanzadas, quisieron devolver la visita e insistieron en hacerse otras fotos en
nuestro campo. Accedimos como caballeros que somos, mientras presumíamos de
tener en nuestras filas a Rosi, como señal de que hombres y mujeres juntos (que
no revueltos) tienen mucho, todo, que compartir. Y ahí está el fin de todos los
males relativos al género.
Total, que entre cervezas y jijis y jajas pasamos un rato entretenido hasta
que nos despedimos, no sin antes alguno intercambiar móviles con las miembras
de tan singular grupo (Tacones Bike se llaman) con la equipación también rosa como
la de los Mantekas, afortunada
casualidad.
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