En la salida, pocos: los fatigas, los incondicionales, los habituales, los mejor adaptados al cambio climático... llamadlo como querais. Pero allí estábamos, puntuales a la cita. "Poropongo" Los Tollos y ya se escuchan algunas protestas: "por ahí no hay sombra...", "volvemos con viento de frente..."
53 k, en 2 h. 25 m., a 21,5 k/h.
Empezamos por el carril de servicio de la autopista, hasta Nueva Jarilla . En el puente donde nos cambiamos de lado se nos cruzó un larguísimo meloncillo que podía alcanzar alrededor de los 80 cmts. perfectamente. Continuamos hasta el Cuadrejón. Desde que pasamos bajo el túnel que hay tras la subidita de los pinos (cuando cambiamos de lado otra vez), el carril está complatamente polvoriento, poniéndose las piernas y las bicis como os podeis imaginar. Algunos se quejaban amargamente del calor que estaban pasando, añadiendo que sería conveniente hacer una pausa a la sombra. Parecía un vaticinio porque, poco más adelante, en el socavón que hay al inicio de la cuesta, donde queda un estrecho paso para las bicis, Fernando titubea y mete la rueda delantera, con consecuencias en el codo y en la muñeca.
Llegamos a la carretera entre El Cuervo y Gibalbín y nos desviamos a la izquierda nada más pasar el puente, para entrar en la carreterita del cortijo de la Sierra, pasando junto a la ganadería brava que allí hay. Sin ningún aire de cara, en ligera cuesta arriba, con el agua recalentá y con el calor sofocante, alguno empieza a preguntarse qué hace allí y lo fresca que estaría una cervececita. Además de caballos, había una manada de enormes cabestros sesteando. Pasaron más coches por aquí que por la carretera, por lo menos tres, y el cuarto, un Landrover verde que se nos para delante, era el guarda para decirnos que no podíamos seguir. Tras una pequeña conversación amistosa, nos deja y cruzamos por el cortijo, buscando el carril que nos lleva justo enfrente de la cañada de Romanina.
Antes de las cuestas, más polvo, mucho polvo, espeso y blanco. Llegamos al cruce de los cochinos (donde, por cierto, han cerrado el paso a "los mastines" con cancela y candado), y continuamos hacia Nueva Jarilla y el carril de servicio de la autopista. A Fernando, con lo del batacazo, parece que le había subido la adrenalina y nos llevaba a calzón quitao hasta Jerez, teniendo que esperarnos varias veces para juntarnos.
En la barriada de San José no se perdona la cervecita. Saludamos a Francisco que nos cuenta que está saliendo, pero solo. Y poco más.
Llegamos a la carretera entre El Cuervo y Gibalbín y nos desviamos a la izquierda nada más pasar el puente, para entrar en la carreterita del cortijo de la Sierra, pasando junto a la ganadería brava que allí hay. Sin ningún aire de cara, en ligera cuesta arriba, con el agua recalentá y con el calor sofocante, alguno empieza a preguntarse qué hace allí y lo fresca que estaría una cervececita. Además de caballos, había una manada de enormes cabestros sesteando. Pasaron más coches por aquí que por la carretera, por lo menos tres, y el cuarto, un Landrover verde que se nos para delante, era el guarda para decirnos que no podíamos seguir. Tras una pequeña conversación amistosa, nos deja y cruzamos por el cortijo, buscando el carril que nos lleva justo enfrente de la cañada de Romanina.
Antes de las cuestas, más polvo, mucho polvo, espeso y blanco. Llegamos al cruce de los cochinos (donde, por cierto, han cerrado el paso a "los mastines" con cancela y candado), y continuamos hacia Nueva Jarilla y el carril de servicio de la autopista. A Fernando, con lo del batacazo, parece que le había subido la adrenalina y nos llevaba a calzón quitao hasta Jerez, teniendo que esperarnos varias veces para juntarnos.
En la barriada de San José no se perdona la cervecita. Saludamos a Francisco que nos cuenta que está saliendo, pero solo. Y poco más.