Y no lo digo por el frío de estos días, que obliga a llevar la boca tapada, recalienta el cubrecuello y hace que estés deseando bajarlo para aspirar todo el frescor del aire. No es eso.
El aire fresco lo ha puesto hoy Julia. En la gasolinera, junto a algunos que echaban aire, aparecía una silueta distinta a las habituales, con una ropa desconocida para nosotros y zapatillas de deporte. Pensé que le estarían ayudando, pero se acercó al grupo junto con los otros. Confirmado. Allí estaba para salir con el grupo. Pepe (su mentor) nos dice que es montañera y que está en plena forma ciclista como para salir con la cuadrilla. Eso sí, pide que pensemos una ruta que no sea muy exigente.
Estamos tan habituados a pasar cientos de veces por los mismos senderos que se nos van encallando los paisajes, por lo que el hecho de que alguien se vaya asombrando y deleitando cada vez que descubre un camino nuevo, hace que los demás observemos esos lugares desde una perspectiva que teníamos olvidada, con el interés de lo novedoso.
Al mismo ritmo que los demás y sin manifestar la mínima queja por la velocidad, los baches, los salpicones o las retamas, completó el recorrido como uno más. Hubo incluso alguna bromilla al final por si llegaba a Jerez antes que tal o cual. Y para fin de fiesta, la guinda: la cuesta del Espíritu Santo. Hasta arriba sin problema, como si la conociera de toda la vida, y achuchando.
Bienvenida, Julia.
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