Nunca se sabe el poder de convocatoria que tendrá cada ruta
propuesta. Cuando la de ayer tenía, al menos para mi por tratarse de la subida al Mogote, todos los ingredientes
necesarios para convertirla en una ruta muy atractiva, resulta que solo tres la
realizamos. Y nos alegramos mucho. Veréis.
Tempranito nos pusimos en marcha hacia La Muela. Allí coincidimos
con que abría el bar “Mirador de San Diego” justo cuando llegábamos. Tras un café
y medias reconfortantes, nos pusimos en marcha con fresquito, pero
no frío para rabiar, a un ritmo constante y
sin tirones, “Buje”. Llegamos primero a las Pistas de Poniente, donde las
vistas en un día luminoso como el de
ayer eran de postal. Vimos Coripe, Villamartín, Bornos, Arcos, Zahara, El Gastor,
Olvera, Setenil…
Sin habernos repuesto de tanta emoción desbordada, nos dirigimos más arriba, a las de Levante. Otra vez nos quedamos sobrecogidos por la belleza del lugar. Allí los
parapentistas esperaban a que entrara algo más la mañana para tirarse, desafiando claramente a la gravedad y al instinto de conservación de los
pellejos. Se fumaban un cigarrillo en
alusión, decía alguien, a una posible "una última voluntad". Y no debe ser para tanto, porque según aseguraba Javier Mateo, solo es cuestión de echarse a correr y continuar
una vez llegados al precipicio. ¡Ah!, si solo es eso, po vale, pero tírate tú que a mi me da la risa. Él lo probó en un cumpleaños y siguió cumpliendo.
Al rato, tras un último vistazo a Zahara de la Sierra, iniciamos la vuelta, no sin antes abrigarnos, porque los
doce km. de descenso amenazaban con dejarnos tiesos de frío.
En el último tramo, en unas peñas imponentes, vimos a unos
chavales escalando. Y lo hacían casi tan rápido como otros subimos los rampones
en bici, a pesar de que allí arriba debía hacer más frío aún. Nos sorprendió
tanto uno de ellos que le rebautizamos como el “Morgaño del Mogote”. Un servidor, entre tanto parapentistas y
escaladores sueltos volvió con más miedo que un pavo en Navidad. Hay que ver qué pena de las pobres madres con lo que pasarían para criarlos. En fin, que hay
gente "pa to".
Una vez en el Área Recreativa, dimos una vueltecita porque nos
sabía a poco y aún era temprano para la cerveza.
Llegados a los coches, nos sentamos en la terraza del bar,
al solecito, mientras departíamos sobre los veinticuatro km. recorridos, hacíamos planes
para la próxima y dábamos buena cuenta
del queso, que, como siempre y bendita costumbre, llevaba Javier.
Y sin más, como buenos hombres casados (cada uno con un chorro de niños, incluido yo mismo si cuento mis nueras), a las dos en casa. No conviene abusar no vaya a
ser que las respectivas santas nos anulen los salvoconductos que hasta ahora
nos hacen disfrutar de lo que más nos gusta, además del queso.
Impresionantes vistas. ¡Qué profundidad! ¡Qué día! La última foto es para la posteridad. ¡Muy buena!
ResponderEliminarP.D.: Haberle dicho: "Un pasito más a la izquierda, para que salga el pueblo entero. Un poco más atrás" (Je, je).