18 de diciembre de 2012

EN TERRITORIO HOSTIL

El domingo atropellaron a otro ciclista.
¡Vaya mala suerte! ¡Un campeón de BTT, entrenando en pretemporada! Pero iba por carretera... Cada cierto tiempo nos enteramos de lo mismo. Y lo primero que se activa es el asombro, el enojo, el dolor, la solidaridad. Luego, los mecanismos de alerta: probablemente la próxima vez que montemos en bici permaneceremos especialmente vigilantes ante cualquier vehículo que nos ronde. Pero, con el tiempo, esa alerta se irá relajando hasta que otro percance similar nos lo vuelva a recordar. En Durango o en Cádiz, profesionales del ciclismo o aficionados, lo cierto es que todos conocemos algunos de estos casos. Haber tenido algún accidente y poder contarlo, significa, afortunadamente, que no resultó irremediable.
Siempre me ha atraído la carretera, pero el riesgo me parece elevado. Aparte de la propia conducción de la bicicleta hay una gran cantidad de factores externos y ajenos, que multiplican la posibilidad de accidente grave. He vivido muy de cerca varios incidentes. En cierta ocasión, por la carretera de La Ina, un indeseable que circulaba en sentido contrario, dirigió el vehículo en línea recta hacia el grupo en el que yo iba. Cuando empezamos a darle voces y levantarle las manos, pudimos observar al conductor y a sus acompañantes muertos de risa dentro del coche, pegando al final un volantazo para esquivarnos. Le gritamos de todo pero ellos se fueron desternillándose a nuestra costa y tan panchos. Otra vez, por delante del monasterio de La Cartuja, un camión a gran velocidad frenó ante la proximidad de la rotonda de los viveros, por lo que el remolque hizo una especie de "tijeras", estando a punto de pegarnos un coletazo y revolearnos por el aire. Y, en la carretera del circuito a Estella, a otro joven conductor pasado de velocidad, cuando vio la fila de ciclistas, no se le ocurrió otra cosa que tirar del freno de mano. El coche empezó a dar vaivenes hasta que en uno de ellos se llevó por delante a uno de los compañeros y los que íbamos detrás acabamos todos rodando. Los daños fueron graves, aunque no irreversibles.
Novatos, distraídos, imprudentes, sinvergüenzas, suicidas, impresentables... ¡qué más da! La carretera impone su ley y su ley es la del más fuerte. Y cuando vamos de ciclistas somos los que saldremos perjudicados. La cuerda se rompe por el lado más débil. Si el conductor de un turismo tiene que decidir en décimas de segundo entre colisionar de frente con un camión o arrollar a un ciclista, optará por lo segundo. Por lo que no me gustaría estar en la piel del conductor del turismo y menos en la del ciclista. (En la del camionero... Probablemente nunca conduciré un camión). Se podrá tener prioridad, llevar la razón, toda la razón, pero ¿de qué sirvió? Luego los bisoños, los borrachos, los "chumáqueres" o los canallas pondrán cara de pena, cara de bobos. Dirán "yo no quería..." y hasta tal vez presenten en el juicio la factura del desperfecto de sus coches. ¡Lo que hay que aguantar! Les impondrán una sanción económica, le retirarán el permiso de conducir y si te he visto no me acuerdo.
Buscamos justificaciones que apacigüen nuestra rabia, tales como las leyes no defienden a los más débiles; la justicia a quien protege es a los sinvergüenzas, los cuerpos encargados de hacer cumplir las normas no se esmeran con todos los medios  a su alcance; las saciones económico-administrativo-judiciales ni son ejemplarizantes ni sirven para nada; a los políticos les interesa una mierda la bicicleta y sus usuarios, como modo de vida, como sostenibilidad energética, como apuesta de futuro o como parte de un amplio programa de salud. Pensaremos que las cosas habría que plantearlas de otro modo: educación vial por un tubo desde las escuelas, más medidas disuasorias, más campañas de concienciación, una amplia red de carriles-bici paralelos a cualquier tipo de vía, normativa más ajustada a la realidad actual, legislación más estricta con los infractores... Por mucho que la normativa intente anticiparse a la realidad de cada momento, la tragedia se adelanta, de manera que la legislación va siempre a remolque de las víctimas. ¿De qué modo habría que plantearlo? Si con esas medidas conseguimos evitar el atropello de al menos un ciclista, ¿ha merecido ya la pena el esfuerzo? ¿O por el contrario nunca será suficiente mientras haya otro último muerto? 
La gran mayoría de ciclistas somos también conductores y no estamos exentos de vernos involucrados en algún momento en incidentes de este tipo. Quizás seamos más solidarios cuando vemos a los ciclistas desde el coche, pero no por eso más respetuosos con las normas de tráfico (velocidad, distancias, tasa de alcohol, uso de teléfonos, etc). Las carreteras están cada vez más saturadas de tráfico y la circulación simúltanea entre vehículos y ciclistas es complicada. Por ahora vamos subsistiendo los supervivientes,... hasta que salga un día "cruzado". La cuestión es arriesgar lo mínimo, lo imprescindible. Pero eso depende de lo que cada cual esté dispuesto a exponer a cambio de lo que recibe. Si muchos somos los que montamos en bici, más vehículos hay. Y siempre llevamos las de perder.

4 comentarios:

  1. Afortunadamente, y hablando en términos relativos, la proporción de accidentados graves o fallecidos dentro del cuantiosísimo grupo de aficionados a la bici que en todas sus modalidades y niveles sale diariamente a pedalear es ínfima, pero no tentemos a la suerte y minimicemos los riesgos en la medida de nuestras posibilidades, en forma de mucha atención, a lo que viene y a lo que va, y encomendémonos a la diosa fortuna, que también juega en nuestras vidas. ¡¡Ojalá no nos tengamos que ver nunca en un trance tan desagradable!!
    Saludos a tod@s

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  2. El OTRO LOLO19 diciembre, 2012

    Buen comentario Angel Mari , para que despue digan que montar en bici no es deporte de riesgo.
    Ahora sew tomaran algunas medidas y hasta la proxima victima .

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  3. Sigo pensando que desde un club podría hacerse algo más que competir entre sus miembros: Trabajar por y para concienciar a los conductores por razon de que estamos abandonaítos de la mano de Dios.

    Cuestión de tenerlo claro... pero parece tarea imposible convertir la fuerza asociativa según la tendencia de exclusión al prójimo

    Gracias Angel Mari

    M.Barroso

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  4. Por mi parte, quiero comentar que me he visto envuelto en situaciones muy desagradables.
    Me cogió cerca el accidente en el que se vio envuelto especialmente Antonio Lobato, una tarde que volvíamos por la carretera del circuito, luego de soltar piernas durante un rato tras la prueba de los 101 km. de Ronda. En otra ocasión, yendo con los Pepe´s y a la altura de Los Albarizones, un cenutrio en coche se nos metió en medio del grupo, llevado por el ansia de adelantar donde no se podía; Ismael, el que casi cae al suelo por la imprudencia del "nota" le asestó un puñetazo en la puerta, que me recordó a los papirotazos de Urtain (los más veteranos lo recordarán). En otra ocasión me tocó ser testigo, cuando iba en coche, de un accidente muy tratado en la prensa, que más parecía una carncería, en el que un grupo de ciclistas, provenientes de Huelva, se dirigían a Ronda y se les echó un coche de frente cuando salían de Dos Hermanas. Pero, sobre todo, el trago más amargo fue cuando supe de la fatídica suerte que había corrido Alberto, un buen amigo del grupo de los Pepe´s , cuando se daba la vuelta, poco antes de llegar a Gibalbín. Fue todo una conmoción y no solo entre la gente de la bicicleta.
    Por tanto, soy muy consciente de que estamos en un indiscutible peligro cada vez que salimos y más si es en carretera. Pero quiero pensar que se trata de algo de una prevalencia mínima. Afortunadamente. Y quiero pensar así, porque de lo contrario no saldría. No es saludable cogerle miedo, aunque es imprescindible que extrememos las precauciones, especialmente los que utilizamos la bici todos los días, hasta para ir al trabajo. Porque, digo yo, a lo mejor (o peor) el mundo no se acaba con este año.
    Así, que mucho "cudiao", que dicen en Lebrija, con los coches, y no solo coches. Me refiero a los cuentakilómetros, pulsómetros, pilotos con luces psicodélicas, GPS, teléfonos móviles y demás artilugios que nos privan en ocasiones de la atención que la bici requiere. Así que a dar pedales con seguridad y, ya lo sé, Lobato ¡¡¡con el casco puesto!!!. Tienes toda la razón. Gracias por tu insistencia.

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