Las tardes más largas permiten estirar el recorrido. Así que poco a poco vamos aumentando la distancia con respecto a las rutas de invierno. Como nadie propone nada, sugiero tirar para la laguna y desviarnos por Espínola y los canales.
Al poco de salir me doy cuenta de que se ha producido una baja y otra incorporación: la baja de Juan Luis (por avería mecánica, en la misma salida) y la incorporación de Plaka que llegó con la hora justa. Recorrido, el habitual, por La Teja, Cartuja, Pachecas, cementera y subida hacia El Mojo. Nos desviamos hacia Espínola, pero antes de cruzar la cancela algunos continúan de frente con dirección a Torrecera. Hacía tiempo que no pasábamos por allí y era una peripecia ver qué nos podíamos encontrar: zanjas, matorrales, cazadores, cepos, ganado bravo... Y aquí empezó lo divertido. Trialeritas por terrenos de yeso, con mucha piedra suelta, por estrechos senderos entre lentiscos, con contínuas subidas y bajadas. Como nunca nos acordamos de echarnos al lado de abajo, seguimos el camino más visible hasta que se pierde, y a partir de ese momento hay que bajar un tramo con la bici al hombro por unos escarpes, para retomar el paso natural que va casi pegado al arroyo. Algún batacazo, terreno plagado de cardillos y sin encontrar el paso para cruzar el arroyo. Tras varios intentos, el cuerpo de operaciones especiales del grupo, con su instinto más zapador y aventurero, estableció una vía de evacuación. Más adelante, lo que había sido un carril de conexión, lo encontramos metido en labor y con riego, por lo que nos vimos obligados a cruzar por el mismo sembrado. Y no contentos con todo lo anterior, cuando ya nos incorporamos al sendero, éste estaba completamente enfangado por el agua de los aspersores. Algunos saltamos la alambrada para evitarlo y al salir de la zona embarrada vimos a los demás con palitos en las manos, intentando quitar las pergañas de frenos, ruedas y zapatillas. Terminamos junto a la cuesta del Infierno. Como habíamos gastado una parte del tiempo en esas andanzas, era más conveniente abreviar el recorrido, por lo que continuamos por carretera hasta el puente de El Torno. Allí la mitad del pelotón, calculando la velocidad con la que el sol bajaba, decidió seguir de frente por la carretera de La Ina hacia Jerez. La otra mitad pensamos que nos daría tiempo a subir por Altocielo hasta Cuartillo. Y eso hicimos, llegando a Jerez también por carretera, con la luz suficiente y necesaria para que no nos cogiera la noche.
Al poco de salir me doy cuenta de que se ha producido una baja y otra incorporación: la baja de Juan Luis (por avería mecánica, en la misma salida) y la incorporación de Plaka que llegó con la hora justa. Recorrido, el habitual, por La Teja, Cartuja, Pachecas, cementera y subida hacia El Mojo. Nos desviamos hacia Espínola, pero antes de cruzar la cancela algunos continúan de frente con dirección a Torrecera. Hacía tiempo que no pasábamos por allí y era una peripecia ver qué nos podíamos encontrar: zanjas, matorrales, cazadores, cepos, ganado bravo... Y aquí empezó lo divertido. Trialeritas por terrenos de yeso, con mucha piedra suelta, por estrechos senderos entre lentiscos, con contínuas subidas y bajadas. Como nunca nos acordamos de echarnos al lado de abajo, seguimos el camino más visible hasta que se pierde, y a partir de ese momento hay que bajar un tramo con la bici al hombro por unos escarpes, para retomar el paso natural que va casi pegado al arroyo. Algún batacazo, terreno plagado de cardillos y sin encontrar el paso para cruzar el arroyo. Tras varios intentos, el cuerpo de operaciones especiales del grupo, con su instinto más zapador y aventurero, estableció una vía de evacuación. Más adelante, lo que había sido un carril de conexión, lo encontramos metido en labor y con riego, por lo que nos vimos obligados a cruzar por el mismo sembrado. Y no contentos con todo lo anterior, cuando ya nos incorporamos al sendero, éste estaba completamente enfangado por el agua de los aspersores. Algunos saltamos la alambrada para evitarlo y al salir de la zona embarrada vimos a los demás con palitos en las manos, intentando quitar las pergañas de frenos, ruedas y zapatillas. Terminamos junto a la cuesta del Infierno. Como habíamos gastado una parte del tiempo en esas andanzas, era más conveniente abreviar el recorrido, por lo que continuamos por carretera hasta el puente de El Torno. Allí la mitad del pelotón, calculando la velocidad con la que el sol bajaba, decidió seguir de frente por la carretera de La Ina hacia Jerez. La otra mitad pensamos que nos daría tiempo a subir por Altocielo hasta Cuartillo. Y eso hicimos, llegando a Jerez también por carretera, con la luz suficiente y necesaria para que no nos cogiera la noche.
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