Unos proponían Lascuta. Otros, algo más cortito, para estar aquí a las once. Los había que querían algo intermedio. Y sólo fue mentar algo de los canales de la Barca para que sonara bien a los oídos de la mayoría. A los oídos, que no a las piernas. Y no por esfuerzo. Ni por agotamiento. ¡Por las zarzas!
Hasta la venta El Cruce, el recorrido fue muy sencillo. Algún pequeño inconveniente por las obras de la carretera, pero poca cosa. Pero al entrar en el carril del canal comenzaba lo interesante: un tramo nuevo para la mayoría, muy bonito, casi completamente cubierto de vegetación. Pero tan espeso que había que ir desbrozando maleza para poder avanzar. Bien, cuando el desbroce lo hacía la bicicleta (la rueda o el manillar), pero mucho peor cuandolo hacían las piernas (sobre todo las del primero, que fui yo), los brazos o las manos. Acabé con las piernas como el ecce homo. ¡Ay las zarzas! Enganchan y sólo sueltan despues de dejar en la piel una línea sutil y un posterior rastro de sangre. ¡Hasta cañas habían crecido en medio del camino! Y mucho matorral seco. Más adelante nos esperaba otro aliciente: el largo viaducto (o mejor, canalducto) bastante elevado que había que atravesar para poder continuar. Con una altura bastante considerable, la duda era si tirarse al canal para hacer hidropedales o dejarse caer tras la oxidada barandilla haciendo bicipuentin. Para terminar el camino transitable (¿Transitable he dicho? Puro eufemismo.) había que cruzar un terreno recien arado, con la bicicleta a rastras, acabando con los calcetines llenos de pinchos. ¡Una delicia de camino!
Más adelante, ya por carretera, pasamos junto a las casas de Abadín Alto hasta la Junta de los Ríos. De allí a Jédula, al circuito y, por los Garciagos, hasta las Aguilillas, Estella y Jerez.
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