Menos uno más uno igual a cero. Salimos siete y regresamos siete, pero no los mismos.
El desayuno, temprano, porque más adelante iba a ser complicado encontrar dónde hacerlo. Y el grupo muy estirado: unos deseando mantener un ritmo vivo desde el principio y otros con ganas de disfrutar del frescor que se podía sentir a esa hora de la mañana.
Cerca de Arcos tomamos el camino de El Espino, con dirección a La Junta de los Ríos. Aquí se despide Javier porque debe estar de vuelta pronto. Subimos por una pista que sube muy suavemente hasta un momento en que, trasponiendo un cambio de rasante, comienza a descender de manera muy tendida, encarrilados por palmitos, lentiscos y eucaliptos. Así llegamos hasta las proximidades de Casablanca, donde pudimos deleitarnos a través de nuestra vista y olfato con el arroyo de aguas sulfurosas que por allí discurre. Y al continuar, un jinete campero con un caballo demasiado excitado nos cortaba el paso. Ninguno nos atrevíamos a pasar viendo los movimientos del animal y recelando las coces que nos íbamos a llevar. Pensábamos que se trataba del guarda, que venía a nuestro encuentro. Pero sólo ocurría que había sacado a pasear al potro, que con muy pocas semanas de montura, marchaba muy nervioso y resultaba complicado de manejar. Es más. Nos dijo el caballero que, camino arriba, él no nos había visto aún pero el caballo sí. Notaba que en un momento dado se había puesto muy inquieto sin saber por qué. Y era que ya nos había visto u oído el animal. No sé si la excitación era por los colorines de nuestra ropa, por las voces o simplemente por desconfianza hacia unos extraños. Pero pasó a nuestro lado sin quitarnos ojo de encima.
Poco antes de La Junta nos desviamos hacia las casas de Santa Cecilia por un camino que comienza asfaltado y continua de tierra. Ganábamos altura marchando entre cerros. Y llegamos a un cruce de caminos que nos prometía futuras incursiones, porque a simple vista enlazaba con otros lugares por los que ya hemos transitado. Continuamos hasta enlazar con el mismo carril por el que habíamos entrado, pero ahora tocaba bajar.
Mas adelante tomamos un corto tramo de pista de la finca La Torre hasta conectar con el camino del tren del azúcar. Y desde ahí hasta la antigua estación de Jédula. Poco más allá queríamos coger un camino que estaba cerrado con una buena cancela, pero Antonio conocía otro, un poco más adelante, que nos llevaría al mismo sitio. Después de unos repechitos y arena llegamos justo al comienzo de la carretera cortada que llega a Espera y Bornos. Y por allí nos salía al encuentro Valiente, que no había podido salir desde La Constancia. De manera que ya éramos siete de nuevo. Carretera hasta Torremelgarejo, donde nos incorporamos al carril de servicio de la autovía. No dejaban de sorprendernos los campos de cultivo por esta zona, donde todavía están recogiendo sandías y, sobre todo, tomates. Muchos tomates. Y ya regreso cómodo hasta Estella, pensando en la cerveza de La Teja. ¡Pero resultaba que hoy era lunes...!
¿Casualidad? que un camión cargado también de tomates, hermano del de las fotos, volcó varias bateas cuando, muy cerca de éste y el mismo día, se incorporaba a la autopista Cádiz-Sevilla. La noticia salió en la prensa local: https://www.mirajerez.com/14/08/2017/un-camion-vuelca-su-carga-y-llena-de-tomates-la-carretera-en-jerez/
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