9 de agosto de 2017

JEREZ - CÁDIZ... SIN PARQUE GENOVÉS (NI CATEDRAL, NI PUERTA TIERRA)

A la hora habitual nos pusimos en marcha con dirección a Cádiz. Había varias propuestas para abreviar, pero decidimos la directísima de El Portal a El Puerto. Sin incidencias hasta allí, si es que la alta velocidad del pelotón de cabeza (sobre los 27 k/h) no se considera incidencia.


Como Lobato estaba aleccionado no quiso tirar (aunque no le faltaban ganas, con las baterías recién cargadas) y dejó que otros lo hicieran. Claro, después siempre igual: las culpas pa'l más chico, el de los tirabuzones rubios, ¡porque como el revoltosillo no abre el pico...! ¡Las culpas pa él!
Cerca de las vías Antonio L. nota la rueda vacía. Probable pinchazo. Aire y p'alante. Pero un poco más allá del Macka, de nuevo se desinfla.
- Pues líquido tiene, porque se lo echó Francis hace dos meses.
Una vez desmontada, el líquido de la rueda no da ni pa un salivazo. ¡Y había que escuchar a uno y otro recriminándose la responsabilidad! ¡Qué arte! Yo no podía hacer otra cosa que reirme, porque la situación no era para menos. Pero...
- ¡Menos cháchara y más bombín, que se nos viene la hora!
Por la recta rectísima de Los Toruños hacia la universidad otro acelerón. (¡Y las culpas siempre pa'l mismo!). Cruzamos Puerto Real y Fernando nos conduce a los pies mismos del carril de servicio junto a las vías. Enfilamos hacia San Fernando y Antonio L. comienza a hacer la goma hasta que se separa del grupo.
- ¡Venga chico, que el que has puesto destino a Cádiz has sido tú!
- Eso quisiera yo: poder ir más rápido.
Y la condena que siempre acaba apareciendo:
- ¿Dónde vamos a parar a desayunar?
- Cádiz queda a veinte minutos. Paramos allí.
Continuamos por los parques empresariales en torno a Bahía Sur y de nuevo rectas interminables con dirección a Cádiz. El pelotón se va disgregando y por más intentos que hago de reagrupamiento, el de los tirabuzones no vuelve la cara ni para coger aire. Cuando ya la distancia es considerable me vuelvo a recoger a Antonio. Al poco también viene Francis, quien se ofrece a empujarle.
- ¡Ni se te ocurra! Sería la mayor deshonra que me puedes hacer. Yo llego solo: a mi aire, pero solo.
Arropándolo como al líder de la Vuelta, hacemos la entrada triunfal en Cádiz. Fernando nos lleva por Zona Franca para que puedan desayunar los famélicos. Y terminado el desayuno, Antonio quiere continuar hasta el Parque Genovés, no sé si como sugerencia, como reto o promesa. Algunos otros deciden volverse porque llevamos la mitad de la ruta y quedan más de cincuenta kilómetros. Otros se preguntan si Antonio habla en serio, porque no para de mezclar el Parque Genovés con la ruta jacobea.
- ¿Pero tú para qué quieres ir al Parque Genovés?
- Para ver agua... Mucha agua junta.
Como ve que su propuesta va perdiendo fuelle, comienza a rebajar sus pretensiones.
- Bueno, hasta la catedral n'a más. ¡Hasta las murallas siquiera!
- Es que vamos a regresar muy tarde.
- ¡Pero ahora llevamos el aire a favor!
Como ve que no hay forma de convencer al personal, renuncia a sus pretensiones y nos volvemos.
- Por lo menos ya sabes el camino para otro día.
- Sí, mucha coba... Pero haber llegado hasta aquí y quedarme con la miel en los labios... ¡Eso no se hace!
- Otro día, Antonio. ¡Pero tráete barritas energéticas e isotónico, que con agua n'a más no llegas!
De vuelta hacia Puerto Real más achuchones. Luego Las Canteras, trialeras, carril de servicio de la autopista y carretera de Bolaños. En la subida a Pinosolete las eléctricas aprovechan para gastar las últimas luces que les quedaban encendidas y que con tanta mesura habían ido racionando. Cerveza en La Teja, entre risas y fotos,  y a descansar para Zahara.

(Fotos de Antonio López)

1 comentario:

  1. Ja ja ja. La penitencia de recorrer semejante kilometrada para que Anotnio no pudiera postrarse a los pies del Altísimo ni que le sellaran la credencial del "yo estuve allí" le debió parecer una broma de dudoso buen gusto. A él, que hasta ha hecho el Camino de Santiago en su más épica versión. Suerte que el fuerte ritmo no le dejara aliento para proferir más improperios.

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