19 de agosto de 2015

ANTIGUA HACIENDA DE LA PURA CONCEPCIÓN

Tenía pensada otra ruta para hoy. Pero como algunos compañeros debían regresar pronto y otros se habían quedado con ganas de un destino anterior, la elección fue fácil.  Así que nos pusimos rumbo a Micones.
Cogimos la directísima a Lebrija, primero por el carril de servicio de la autopista y más adelante por el del tren, pero evitando en esta ocasión el tramo de cultivo de algodón que en estas fechas está a menudo de riego.
El trayecto fue cómodo y rápido, sólamente interrumpido por un pinchazo que comenzó a expulsar líquido como las antiguas máquinas de vapor del ferrocarril, a intervalos rítmicos y monótonos. Pero un poco de aire y el pegotón de latex y barro que se formó en la cubierta fueron suficientes para poder continuar sin mayor problema.
Por el camino, cerca del cortijo de La Junquera, Fernando comentaba el trágico accidente ferroviario del año 1972 en este lugar.
Llegando a la finca nos dieron la bienvenida los ladridos de los perros chivatos y una bandada de pavos reales alejándose rápidamente hacia el campo. Nos asomamos por los jardines para disfrutar aunque fuese brevemente de un espectáculo visual que a esa temprana hora de la mañana rebosarían calma y sosiego, de no ser por el incesante zumbido de un cortacésped en funcionamiento. Y opinando sobre las excelencias del lugar se acercó un jardinero que estuvo hablando un ratillo con nosotros, comentándonos algunos pormenores de la finca y sus propietarios, como el hecho de que el interior de la hacienda era un tanto tétrico y lóbrego porque había incluso varias corazas de esas que se ponían antes los guerreros.
Cuando pasamos junto a la venta que está al lado vi que bajo el enorme rótulo del nombre actual había otro,  Venta Grixa (imagino que más antiguo), en azulejos cerámicos, lo cual otorgaba un plus de interés al lugar.
El cortijo o hacienda de Micones se sitúa en el pago del mismo nombre, al sur del término municipal de Lebrija, en la misma linde con el de El Cuervo, y junto a la carretera que une ambas poblaciones. En estas tierras se ubicó una villa romana. Luego pertenecieron a los bienes de propios del Concejo de Lebrija, que a finales del siglo XVII las vendió a la condesa de Lebrija, quien a su vez las enajenó en 1749 al genovés Tomás Micón, primer marqués de los Méritos y de donde procede el nombre de la finca, que con anterioridad se denominaba de la Concepción... (Ver más). A. Sancho Corbacho, en su escrito sobre Haciendas y Cortijos Sevillanos (Revista Archivo Hispalense, Sevilla, 1952), dice que fue comprada hacia 1780 por Diego Micón.
En cuanto al nombre de Grixa, José Bellido escribía en 1945 en su obra titulada La patria de Nebrija (noticia histórica) lo siguiente: "...Además, Don Tomás Micón era dueño de la Hacienda de Grija, conocida hoy por Micones; las hazas de los Cañamales y las dehesas de marisma, llamadas Toruño y Rincón Malillo; los Cortijos de Paternilla, la Cicuta, Caleras de Huerta y el Cubo, donde en un huerto que le decían del Vicario, estaba un molino de trigo". Por lo que se puede comprobar que las propiedades de aquel hacendado llegaban hasta la laguna de los Toruños y la cercana sierra de Gibalbín. Grija (del lat. craticula, "reja pequeña", "parrilla") es un topónimo referido a un objeto que identificaría mediante alguna peculiaridad aquel lugar. Otro significado de craticula es también "Ventana pequeña por donde se da la comunión a las monjas", lo que resulta curioso porque cruzando la carretera está el llamado "Camino de las Monjas".
Pero tanto encanto debía tener algún inconveniente. Por una lado el hijo del actual propietario, ingeniero de montes, presenta un proyecto final de carrera para el aprovechamiento de uno de los recursos de la finca,  aprovechamiento un tanto peculiar (¿?). Por otro, las noticias que se publican en el 2009 en El Correo de Andalucía, destacando el interés turístico en el mundo rural, para lo cual el ayuntamiento de El Cuervo elevaba a Obras Públicas un convenio urbanístico aprobado en pleno, con el fin de  promover un futuro campo de golf, un complejo hotelero, viviendas  e incluso un centro hípico, en terrenos de la misma finca. Veremos cómo acaba.
Al otro lado de la carretera, por los caminos rurales que se dirigen hacia Los Tollos, Fernando insistía en que íbamos a ver lo que verdaderamente concentraba el mayor interés de toda la ruta. Unos pensaban que se refería a un enclave arqueológico, otros que a algún paraje natural. Lo cierto es que, tras una curva, nos detuvo en seco para mostrarnos detrás de una valla todo un muestrario de devociones al Real Betis Balompié: un escudo de madera de unas dimensiones considerables presidía el lugar a modo de altar, precedido de un pequeño foso y flanqueado por banderas y demás exvotos verdiblancos. Todo ello en una parcela que no había ni vivienda, ni cuadras, ni huerto ni otra cosa que no fuera aquello: un santuario bético.
En la ermita de Ntra. Sra. del Rosario, junto a la laguna, nos hicimos unas fotos para dedicarlas a  Manolo Merca, quien nos deberá instruir otro día sobre las peregrinaciones marianas de mariconas viejas y el fervor místico a las carreritas.
A las once y cuarto estábamos sentados en Jerez tomando cervecita, con 60 k. en las piernas y comentado los avatares de tan variopinta ruta.

1 comentario:

  1. Muy completa e ilustrada (no solo por las fotos) la reseña de la ruta del cortijo de Micones. No obstante, por alusiones puedo añadir y añado lo que sigue:
    El valor histórico y artístico de tan descomunal escudo no solo viene dado, aunque también, por tratarse de un glorioso equipo del patrio balompié (lo de fútbol es un anglicismo sin sentido aquí) con ¡¡¡108 años!!! de historia ya, ni de que hubiese sido creado por un grupo de díscolos estudiantes, ni de haber arraigado entre la clase trabajadora de la periferia de Híspalis, ni de que hubiera ganado la primera Liga de Primera de la República, ni la primera Copa del Rey (cuando el rey hacía de rey y no de caza elefantes), ni siquiera de que hubiera conseguido más lideratos de Tercera División que Real Madrid y Barça juntos. No. Lo realmente singular y valioso, digo valiosísimo, del equipo de las 13 barras verdes y blancas radica en que hizo de la derrota su eslogan: “Viva er Beti manquepierda”. ¡Ahí es na!.
    ¿Os imagináis ese pedazo de escudo colocado sobre el pórtico de entrada al cortijo de Micones, entre tanto ornamento renacentista precedido de columnas romanas y ánforas de incalculable valor y acompañado por el colorido de pavos reales, más reales allí que en ningún otro sitio?. ¡Ay!.

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