Hoy, día de paso de la Vuelta por Jerez, hemos hecho la última (¡me cachis!) ruta mañanera de este
caluroso, aunque también bicicletero, verano.
El destino elegido, pienso, no podía ser mejor: Carissa Aurelia, yacimiento arqueológico entre Espera y Bornos, importante porque allí se edificó una próspera ciudad que albergó a unas 2.000 criaturas y que destaca por ser un muestrario de los diversos tipos de necrópolis, que demuestran que hace un par de milenios ya había clases y clases, como hoy, dado que mientras unos tenían sus mausoleos, otros se tenían que conformar con humildes hipogeos (tumbas excavadas en la roca) y los más míseros con columbarios, o sea, boquetitos en la roca como meros nidos de palomas donde solo cabían las cenizas de los infortunados. Por supuesto, los primeros en sitios preferentes de la ciudad y los últimos en lo más bajo del barranco (talvez de ahí lo de las clases alta y baja).
Partimos desde la Venta Santa Luisa a donde llegamos en coche y tras dejar atrás las
lagunas de La Cigarrera, La Zorrilla y Hondilla llegamos a buen ritmo y mejor
hora a Espera. Allí, unos quisieron rendir homenaje al Castillo de Fatetar
subiendo a él, mientras otros preferimos chapucear el casco de Tomás (algunos por mucho que nos persiga la inteligencia corremos más que ella) y recibir
una clase de pedagogía canina a través de un paisano, que, desde luego, sabe
más de podencos que Montoro de
Presupuestos Generales del Estado. Llevaba como mascota el espereño una perrita podenca, poquita cosa, noble y buena, pero con más miedo que Naranjito ante el anuncio de Zumosol.
Restituido el grupo nos dirigimos, mapa cutre en hoja de cuadraditos en ristre, a la
tal Carissa Aurelia, donde pudimos comprobar, luego de varios repechones, que
sí, que es muy interesante, pero que está, como en el chiste, “to mu ehtrozao”. Están
rehabilitando un museo próximo que servirá de buen complemento a una visita
para la que hay que llevar zapatos cómodos o mountain bike, ya que el recorrido, aparte de tortuoso, es más largo que un día sin pan. Lo mejor es, siendo
importante lo que está a la vista, lo que se supone que aún está por descubrirse. O sea, no tanto lo que enseña como lo que oculta por la falta del maldito parné. En estos caso me acuerdo de los aeropuertos sin aviones, de las ciudades de la justicia sin justicia, etc. etc. etc. Se recomienda parar de vez en cuando en el instructivo paseo para apreciar que el lugar es pintiparao para fundar allí una ciudad y para disfrutar de unas vistas extraordinarias en todas las direcciones, especialmente hacia el lago de Bornos. Luego de algunas fotos (Angelmari parecía flipar ante tanto
hallazgo), nos tomamos un tentempié y partimos por donde habíamos venido con el propósito de regresar cuando el museo esté abierto al público o para visitarlo en su emplazamiento actual provisional en Espera (junto al bar "Frasquito").
Un poco más abajo llenamos los botes en un cortijo donde amablemente fuimos socorridos, aunque el agua que salía de la goma más bien parecía preparada para “escardar pollos”. Otro perrillo salió a agasajarnos, pero desistió de acompañarnos en el regreso, tal vez sabedor de lo que habríamos de padecer.
Un poco más abajo llenamos los botes en un cortijo donde amablemente fuimos socorridos, aunque el agua que salía de la goma más bien parecía preparada para “escardar pollos”. Otro perrillo salió a agasajarnos, pero desistió de acompañarnos en el regreso, tal vez sabedor de lo que habríamos de padecer.
Continuamos nuestro camino, pero esta vez nos desviamos por una ruta circular que atraviesa varios cortijos y que acabó con los botes de agua de unos, con las calorías de otro y con la paciencia ante tantos toboganes interminables de los demás. La mañana, hasta entonces fresquita, se tornó de un calor sofocante. Suerte de que un pinchazo nos permitiera recuperar el aliento y reemprender la marcha con otro talante.
De nuevo en el carril original, el que discurre entre las lagunas, pusimos un animoso
pedaleo al reclamo de las cervezas a las que nos invitaría poco después Joaquín por su
cumpleaños y que nos sentaron divinamente, mientras comentamos el insólito
intento de robo de la bicicleta de un corredor ayer en Chiclana por parte de un
aficionado tras una caída y que no fue más que obra de un bromista. Cuántos
malpensados; vamos, ni que en este país hubiera nadie amante de lo ajeno.
De vuelta a Jerez, me topé con el atasco por el paso de la
Vuelta y ahí sí que pasé calor. Pero ya se sabe que la sarna con gusto…
Con la de Carissa, las rutas de mañana han terminado por
este año. Han sido unas más tranquilas, cortas y sosegadas que otras, pero todas ellas
interesantes por novedosas y pedagógicas. Aparte, este año hemos disfrutado de la compañía de algunos Mantecas Bike (Joaquín, Israel, Javier Mateo y José Manuel), que han sabido
incorporarse al grupo con el mejor de los ánimos. El verano próximo más y mejor.
P.D: Agradezco este año también a Angelmari el que haya sido el promotor y en gran parte ejecutor de estas rutas y de que haya sabido aglutinar a un grupo cada vez más numeroso.
Cementerio junto al Castillo de Espera |
Las Salinas. Espera |
Subiendo hacia Carija. Espera al fondo |
Mausoleo. Carissa Aurelia |
Hipogeos. Carissa Aurelia |
¡Qué buena ruta para finalizar la temporada de vacaciones!
ResponderEliminarAdemás del propio aliciente ciclista, había donde elegir: interés geográfico (nuevos caminos y paisajes, arroyos, colinas, pueblos, etc); interés medioambiental (estribaciones de la serranía gaditana, vegetación, lagunas, salinas, fauna mediterránea en vivo, incluyendo un enorme meloncillo a dos metros); interés histórico-arqueológico (castillo de Espera, Carija, que ni que decir tiene).
Personalmente pensaba que iba a ser más llana y el desayuno se me quedó en los pies. Pero no me arrepiento. ¿Cuándo la repetimos? Ahora bien: José Manuel que se lleve una rodilla de repuesto; Francis, un poquito de aceite para la junta del pedalier; Joaquín, una escalerilla plegable; Tomás, un casco nuevo (o una bolsa de bridas) y una mochila de agua; Fernando, con que lleve el perfil de la ruta me conformo; y yo me llevaré un bocadillo y veinte o treinta plátanos.
El desvío circular por los toboganes... ¡Me río de los de Romanina!
Un honor poder salir con vosotros, no hay ruta en la que no aprenda algo...gracias.
ResponderEliminarEste verano tampoco han defraudado las salidas aventureras, a cual mejor y más interesante. Y lo mejor: la estupenda compañía. Ya las tengo reservada para el próximo verano.
ResponderEliminar